San Bernardo y hermanas (20-08-2020)

san bernardo converso

Leo el santoral, veo San Bernardo y entro al trapo pensando que voy a encontrar, por fin, las claves de esa maravillosa raza de perros que tanto han hecho por los pobres perdidos caminantes de los Alpes. Pero no.

San Bernardo hay algunos, el más famoso el de Claraval, reformador del Císter, éste de hoy y otro más. Poca cosa para un hombre tan principal.

Félix hay 54, incluso cuatro Feliz que podrían ser errores de copista.

Hace unos días os conté de Bernardino de Siena, que no era, pese al nombre, de menor talla.

Resumiendo, que la noble raza procede de un hospicio de montaña fundada por unos monjes benedictinos en el paso de montaña del Gran Monte San Bernhard a 2.469 m.

Son perros grandes, boyeros, para cuidar bueyes y ganado y después empleados para el socorro de los caminantes descaminados.

¿Quién no ha soñado con ser rescatado de las garras de la muerte blanca por un bondadoso San Bernardo con su barrilito de coñá o brandy, que también vale?

Aunque a decir verdad yo sueño más con un chihuahua que se acerque por la playa con un barrilito de Margarita o chupito de tequila.

Estoy pensando en pillarme un perro aunque me he informado que un San Bernardo necesita pisos de más de 300 m² para no acabar estresado, no es coña, pero parece ideal porque son tranquilos y pachorros, amantes de los niños y de los ancianos, espero.

Creo que me decantaré por un Bratwurst, es el perrito que más me gusta. Con mostaza y tomate, sin mayonesa.

Cuando me pongo a leer sobre este santo me encuentro que se llamaba Hamete, como Cidi Hamete Benengeli y dije ¡bingo, es mi santo!

Como todos sabéis Cidi Hamete Benengeli es el autor según Cervantes de la historia de Don Quijote de la Mancha y los que no lo saben es porque tienen la suerte de no haberlo leído todavía y poder descubrir esa maravilla. Yo todavía me sigo riendo cada vez que lo releo.

Pues sí, Hamete, Ibn Hamete Al-Mansour nació hacia 1135 en la Alquería de Pintarrafes, Carlet y murió el 20 de agosto de 1180 en Alzira, Valencia.

Su padre era Al-Mansur, señor de Carlet.

Era el segundo de cuatro hermanos, Almanzor, el heredero, Faïda y Zoraida.

Del linaje del Naib de Murcia, llamado Rey Lobo, que asumió el trono de Valencia y fueron llevados allí para su educación y formación palaciega.

Hamete apuntaba maneras y se ganó la confianza del Rey Lobo y ante problemas con el Conde de Barcelona por un quítame allá unos impuestos o la devolución de unos moros cautivos, fue enviado a negociar.

Así que se fue al frente de una embajada, que no sé si sería la primera o ya había pinchado anteriormente, pero tuvo que volver de Barcelona con el rabo entre las piernas o las orejas gachas, la figura que más os guste.

En el camino de vuelta se perdieron e hicieron noche al ras, al ras del suelo.

Fueron despertados por unos dulces cánticos, se acercaron y fueron recibidos por los monjes que no pensaban encontrarse con unos moros tan pacíficos y principales como revelaban sus vestimentas.

Así que les alojan en la zona VIP del monasterio cisterciense de Santa María de Poblet, Tarragona.
Y son invitados a la mesa del Abad, que era cocina y viandas 3 cruces Michelin comparado con el menú que daban a los peregrinos todo a cien. Esto era tal cual os cuento, que no es un cuento.
Encantado del trato recibido de los monjes, cánticos aquí, generosa colación allá, decidió quedarse y despacha a su séquito a Valencia a que le dieran cuenta al Rey Lobo del resultado de la embajada, que ya se veía haciendo de caperucita.

«Vais, vais, si me queréis irse…» decía al cortejo, que no veía nada claro si iban a acabar pagando los platos rotos.

Allí se queda Hamete y por justa correspondencia se tuvo que tragar toda la prédica, el caso es que se acaba convenciendo y decide hacerse cristiano, bautizado por el Abad, tomando el nombre de Bernardo por el de Claraval, reformador del Cister.

Una conversión tipo express, porque en dos días se hizo cristiano practicante, todo un doctor si no de la Iglesia al menos un buen ecónomo.

Acaba tomando los hábitos y con su buena formación le acabaron nombrado Administrador del monasterio y bueno como era y volcado en los pobres repartía muchos bienes y limosnas, ganándose el respeto y cariño del pueblo.

Esas cosas que ponen celosos a otros monjes en la carrera para alcanzar la santidad o mejores puestos en la jerarquía monacal.

Es denunciado por los monjes que estaba dilapidando los bienes del monasterio y le hacen una auditoría que supera con creces y con cruces porque todos se hacían cruces de que hubiera mucho más de lo que cabía esperar, que estaban los almacenes repletos de viandas y dineros.
Eso es un milagrazo, pasta, y no curar peste.

Fueron pasando los años y de repente le entra la morriña de la familia. Y de tentar a la suerte yendo a evangelizar a tierras moras.

El síndrome del Santo: me voy donde los malos y en dos patadas, es una metáfora, normalmente eran muchas más patatas recurso poco utilizado para el martirio, sólo me viene a la memoria San Patán, pero por puritito desprecio de los malos ante sus escasas luces.

Primero se va a Lérida y prueba con una tía carnal, de su familia me refiero no de una tía maciza y la convierte al cristianismo.

Me imagino que la tía pensaría y para una vez que viene a verme mi sobrino no le voy a negar el gusto.

Y Bernardo se nos viene arriba y se planta en Valencia.

«A buenas horas te presentas hace más de ocho años que los padres están con Allah», le dijo su hermano, «y lo que te tocaba de herencia ya nos lo hemos repartido, que se te declaró desaparecido».

«No pasa nada, hermano, lo que me importa son vuestras almas», dijo Bernardo.

«Siempre fuiste más imbécil que malo; no te mato ahora mismo porque eres mi hermano, ¿se te ha olvidado que el Islam no permite apostatar, ni cambiar de bando, que se paga con la vida?», le dijo Al Mansour.

«Apártate de mi vista, perro cristiano» le espetó.

No sé si lo diría ya por lo de los famosos sanbernardos.

Fuose o fuese o como se diga, el caso es que se marchó y le siguieron Zaïda y Zoraida que, jóvenes como eran, se apuntaron a la nueva moda que estaban hasta las mismísimas del velo y el hiyab.

El barquero del Júcar, Zulema, le fue con el cuento a Al-Mansour y éste montó en Cólera, su caballo favorito, y partió a perseguir a su hermano.

Lo de las chiquillas que pasaron a llamarse María y Gracia, les duró poco tiempo el nombre en vida, muertas una eternidad, era la gota que derramó el vaso.

Los pillaron y como siguió cristiano le apalearon que es procedimiento habitual y luego le clavaron un grueso clavo en la frente. Mártir y santo.

María y Gracia fueron degolladas.

Por aquellas tierras se dice que es un santo muy milagrero:
« Després de Déu el més milagrós es Sant Bernat ».

La reliquias recuperadas por Jaime I el Conquistador sufrieron muchas vicisitudes que si a Poblet, que si a Alzira, que si a Valencia, que si a Carlet…

Al final llegaron a un acuerdo del despiece y se hicieron tronchos del santo y están repartidos en esos sitios.

Milagro: además de los narrados parece que hicieron muchos milagros sus reliquias.

Patrón: se les llaman los Santos Patronos y lo son de Carlet, de Alzira, Algemesí, Valencia y el Monasterio de Poblet. Patrón de los almaceneros, las jaquecas y migrañas, de los chaqueteros; Ellas de los niñas que se juegan la vida yéndose de marcha con el primero que les hace caso.