Digo Santas Cristinas porque tenemos doblete: 2×1.
Una mártir y otra loca, por decirlo suave. Bueno, la mártir también un poco pallá más que pacá.
Pero es que la mayoría de los mártires tienen una relación casi patológica con eso de ser mártires.
A mí me dice un hijo mío de pequeño que de mayor quiere ser mártir y del sopapo que le suelto se le quitan las ganas.
Entonces también les pasaba a algunos padres paganos pero eran peor que los padres peganos, como yo, que sí que les daban martirio.
Aunque los que somos padres sí que sabemos de verdad lo que es el martirio y sin embargo no nos hacen Santos.
No hay justicia en este mundo, del otro ni hablamos.
Cristina de Bolsena nació en Tyro, en el siglo III y murió el mismo siglo en Bolsena, Italia.
Era hija de Urbano, gobernador de Bolsena, y pagano como correspondía a su cargo.
Cris tenía poco menos de 12 años, edad mágica para las púberes, había tomado cariño a los cristianos que su padre mandaba a martirizar hasta el punto de hacerse cristiana.
Y no se le ocurre otra travesura que romper todas las figuras de los manes familiares que su padre guardaba con adoración producto de las herencias familiares y aportaciones propias.
La traviesa Cris rompe todas las figuras y reparte el oro y las piedras preciosas de que estaban hechas entre los pobres y menesterosos, que también son pobres.
Cuando llega su padre y ve lo que ha hecho están apunto de llevárselo los demonios, pero se queda y decide castigar convenientemente a Cristina.
Se le juntó el hambre con las ganas de comer y decide darle su merecido, no se sabe bien si por cumplir con su paganismo o con la mala hostia por lo de los diosecillos familiares.
Le comprendo, si una hija mía decide dar a los pobres o a las costureras, un poner, mi colección de dedales que con tanto esmero he coleccionado en todos mis viajes por todo lo largo y ancho de este mundo, no respondo.
Aparte de la paliza personalizada del padre y visto que ni se inmutaba a la hija la hizo azotar por 12, ¡ay,los números!, lictores, que no lectores, y desgarrarla con garfios.
Cris, más loca que Santa, cogió uno de sus pedazos y se lo tiró a su padre diciendo: «Mira este trozo de carne que tú engendraste, cómetelo».
Luego la hizo torturar en una rueda sobre brasas, y un ángel la salvó.
De madrugada ordenó que la tiraran al río atada a una piedra, pero unos ángeles socorristas, la sacaron flotando hasta la otra orilla.
El padre, hombre sensible, como se ha podido comprobar, perdió el juicio y murió.
Le sustituyó otro, Elio Dion, le preparó un relajante baño de pez y grasa hirviente que la niña se tomó canturreando.
Hizo que la raparan y llevaran desnuda por las calles hasta el templo de Apolo pero ella hizo que la estatua se derrumbara matando al pobre Elio Dion.
Un oficio, perseguidor de cristianos, con plus de peligrosidad.
El tercero, Juliano, mete a Cris en un horno al máximo de temperatura, el mío no da más de 250°, después de cinco días lo abren y la encuentra de cháchara con 2 Ángeles que batían sus alas para aliviarle los sofocos.
La echan a un pozo con sierpes y escorpiones pero éstos se vuelven contra el mago que los cuidaba y le matan.
Cris, compadecida, resucita al mago.
Finalmente Juliano la lleva a una plaza pública, la desnuda, le arrancan los pechos y como se quejaba le arrancan también la lengua de cuajo y la rematan a flechazos, y decidió morir, que ya se le estaba haciendo largo el martirio.
Habéis visto la cantidad de Milagros, tantos como se le fue la olla.
Reliquias en la Catedral de Palermo, Ciudad de Osma.
Patrones: de estas ciudades y Huerta de Abajo, Burgos y Artana, Castellón. Protectora del ganado, las cosechas, contra la peste, solventar riñas familiares, mastectomizadas, patrona de las niñas coñazo rebeldes.


La otra Cristina era de familia humilde a la que abandonó con dos hermanas para hacerse eremitas.
Vivió entre 1150 y 1224 y nació en un pueblo de la Diócesis de Lieja, Flandes.
Cristina murió, aparentemente, y se estaba celebrando en la iglesia su Misa de Corpore Insepulto cuando en el Agnus Dei, qui tolis pecata mundi … etc, se levantó de un salto y se subió hasta el techo donde quedó encaramada.
Excuso deciros lo rápido que se vació la iglesia, ni despedidas, ni saludos, ni manos…, sólo piernas para qué os quiero.
Los únicos que se quedaron, el cura y su hermana mayor, prosiguieron la ceremonia impertérritos, uno profesional y la otra lo mismo ya se lo veía venir.
Pacientemente el señor cura guarda todos los aperos de la Misa y vestuario, casulla, dalmática, cíngulo, etc y se dirige a Cristina: «Hazme el favor de bajar de ahí, que me has espantado al personal antes de pasar el cepillo».
La Santa se ofreció a pasar la escoba porque los parroquianos habían perdido de todo no sólo la compostura.
Cristina explicó que había muerto y bajado a los infiernos donde saludó a algunos amigos, también al purgatorio donde también había encontrado conocidos y que en el cielo Dios mismo le preguntó si se quería quedar o volver al mundo para ayudar a las almas en pena. Y eligió esto último.
Que había despertado con el Agnus Dei y que se había asqueado del nauseabundo olor de tantos pecadores como había en la iglesia.
Así se pasa la vida encaramándose a lo más alto en cuanto olía a un pecador.
Árboles, Torres de Iglesias, Acantilados…, o se escondía en hornos para huir del hedor de los pecadores.
Manejaba el fuego sin quemarse, supongo que con un buen fondo de ceniza en la palma de la mano, ese truqui lo hago yo mismo; se metía en aguas heladas en el más crudo invierno, esto también lo hacen los fineses.
Y podía pasar, sin sufrir heridas, bajo una rueda de molino… Esto no lo hace ni el trigo, que mira que es pequeño.
Así que milagros, todos ellos.
Todas estas cosas se saben de cierto porque las presenció el cardenal Jacobo de Vitry y las escribió su biógrafo Tomás de Camtimpré contemporáneo de la santa.
Solía orar balanceándose en una jaula o hecha un ovillo en tierra.
Pensaban que estaba loca o endemoniada, no sé por qué, y la encerraban, cuando conseguían pillarla, con cadenas en la celda pero se las apañaba para escaparse.
Ella se vestía de andrajos, vivió de limosnas y no se puede decir que tuvo el comportamiento típico, ni siquiera para una santa, a las que se suelen admitir ciertas rarezas, pero dentro de un orden.
Su biógrafo escribe que uno de sus encaramamientos en la pila bautismal de la iglesia de Wellen le llevó a apaciguar un poco su ánimo y soportar mejor el hedor de los mortales.
El demonio le arrojó a un horno de donde salió ilesa o se arrojaba ella misma a las llamas para padecer lo que las ánimas muertas, pero no se quemaba.
No recomiendo que hagáis esto, que duele, y si algún niño lee esto que ni se le ocurra.
Pasaba grandes dolores y sufrimientos por salvar almas, quizás no se enteró muy bien del mensaje porque Dios asegura, y no hay por qué no creer en su Palabra, que sólo le dijo que orara encendidamente….
En algunos éxtasis conducía hasta el cielo las almas, porque volaba, sí, sí, volaba a la vista de todos aunque sólo la veían a ella que las almas son translúcidas.
Era increíble: Profecías, Milagros, ubicuidad y mil fenómenos más que ya quisiera Houdini.
Varias veces acusada de brujería, encerrada y encadenada, siempre escapaba volando.
Con los óleos que segregaban las llagas de sus grilletes en la cárcel curaba las heridas de otros presos.
En la pila bautismal donde la bautizaron se curaba, de lo que fuera, el que se metiera allí.
Milagros a punta pala y al final murió después de unos años más tranquila en el convento de Santa Catalina de Saint-Trond.
Milagro epílogo:
Muerta la santa llega un hombre al convento a pedir por su hermana que había enloquecido.
Cristina revivió, curó a la chica y se volvió a morir, esta vez para siempre. Por fin.
El resto de Milagros las reliquias las hacen.
Se la suele representar con alas.
Patrona: almas en pena, psiquiatras, enfermos mentales y locos, escapistas y magos en general, azafatas de líneas de bajo coste, patrona de los desodorantes y personas con problemas de O.C.
Con tan locas y peculiares santas llama la atención la cantidad de Reinas y Principales que eligieron ese nombre, como la Infanta Cristina, aunque a mí me cae mejor Elena