Beatos Mártires Inquisidores (29-05-2020)


Con San Pablo Hang veíamos cómo no sólo se podía alcanzar el cielo in extremis sino también alcanzar la Gloria, subir a los altares. Toda una vida de crápula canalla y alcanzar la santidad.

Hoy no damos otra vuelta de tuerca, sino un triple mortal hacia delante con tirabuzón: santos inquisidores.

La Iglesia había creado un sistema de investigadores, inquisidores, que se encargaban de averiguar las intenciones de determinadas personas y detectar y ‘depurar’ las herejías.

Pasadas las herejías de los primeros tiempos y el arrianismos hubo un largo periodo en que no se habían producido graves contestaciones a la doctrina oficial de la Iglesia, aparte de los conflictos con Bizancio.

Pero la deriva que estaba tomando la Iglesia y la corrupción de toda la jerarquía empezó a producir contestación por los verdaderos cristianos alejados del poder terrenal y los beneficios que producían los cargos eclesiásticos.

Surgió un grupo de personas que pretendían ser perfectas, hombres puros, que veían con horror en lo que había degenerado la Iglesia, sobre todo los representantes de Cristo.

Los cátaros, palabra de origen griego que significa puro, o albigenses, por ser la ciudad de Albi en el Languedoc francés uno de sus principales bastiones como por venir de albo, blanco, puro, era una herejía cristiana basada en el maniqueísmo de la dualidad creadora, Dios-Diablo, Uno creador de los cielos y espíritus y Otro creador del mundo y lo material.

La salvación sólo podía llegar por una vida ascética y pura.

La Iglesia y sus representantes eran creación demoníaca y se les podía dar la razón viendo la trayectoria de la mayor parte de sus miembros.

Esto es simplificar mucho, pero no me veo con posibilidad de explicar más y mejor.

Los diferentes Papas que decidieron acabar con ellos y el resto de los Caballeros que se pusieron espadas a la obra, los motivos, como siempre, era el poder y posesión.

Inocencio III, al lanzar la cruzada contra los cátaros:

“Despojad a los herejes de sus tierras. La fe ha desaparecido, la paz ha muerto, la peste herética y la cólera guerrera han cobrado nuevo aliento. Os prometo la remisión de vuestros pecados a fin de que pongáis coto a tan grandes peligros. Poned todo vuestro empeño en destruir la herejía por todos los medios que Dios os inspirará. Con más firmeza todavía que a los sarracenos, puesto que son más peligrosos, combatid a los herejes con mano dura”.

El Papa prometía la vida eterna y remisión de los pecados, o más, como los que iban a Tierra Santa, y la propiedad de todos los bienes y tierras de los herejes.

Se apuntaron a mansalva y después de intentos de conversión pacífica, Santo Domingo de Guzmán y otros predicadores fueron a intentar convencerlos con verbo y ejemplo, se pusieron en marcha las hostilidades.

Con las tropas iban también delegados inquisidores papales para ‘depurar’ la herejía y a los herejes.
Entre ellos nuestros santos mártires de hoy.

Su trabajo consistía en hacer confesar a los herejes y esos métodos de trabajo crearon escuela para los diferentes servicios de información del mundo.

Todos acababan confesando su herejía, una eficacia cercana al 100%, y conseguían llegar al fuego del infierno desde las llamas de su hoguera al ser quemados vivos.

Lo que se retractaban de la herejía eran quemados también, pero después de matarlos.
Estos beatos nuestros eran tan piadosos y concienzudos en su trabajo de fogoneros que desenterraban a los cátaros más principales para quemar sus cuerpos.

Esta seriedad y entrega en su trabajo no era del todo apreciada por la población, llegando incluso Raimundo VI de Tolosa a pedir al Papa que controlara los desmanes de sus enviados inquisidores.

En el primer momento se reunió una considerable fuerza al mando de Simón de Monfort y tomaron Beziers y pasaron a cuchillo a unas 8.000 almas, muchas de ellas cobijadas en sagrado en una iglesia, que no les sirvió de refugio.

A partir de ahí muchas otras plazas fuertes se iban rindiendo intentando negociar sus vidas.
Con todo y eso los inquisidores, nuestros santos inquisidores, se complacieron en quemar en varias de ellas a unos cuantos para ejemplo y mayor gloria de Nuestro Señor.

La más numerosa en Montsegur con más de 200 personas quemadas vivas al tiempo, no he encontrado en el Libro Guiness Apócrifo si está registrado el récord.

En la toma de Beziers el piadoso legado inquisidor cuando fue preguntado por Simon de Monfort como reconocer a los herejes le contestó:

“Matadlos a todos. Dios reconocerá a los suyos”.

Estos angelitos fueron engañados por los malos, malísimos, a un banquete en un castillo y allá que se fueron a reponer fuerzas de tanto trabajo y dedicación cristiana y fueron degollados por felones cátaros alcanzando el martirio y los cielos el 29 de mayo de 1226 en Toulouse.

La Santa Madre Iglesia tuvo que hacerlos beatos pero no ha tenido güevos de hacerlos santos. ¿Vergüenza torera?

Milagros, haber conseguido que les hagan beatos (es un milagro siendo unos crueles torturadores asesinos)

Maldades, todas.

Patrones de las barbacoas, del poli malo y de los Servicios de Información.

No os pongo sus nombres porque merece ser olvidada su existencia. Menos aún sus caretos.