San Camilo (14-07-2020)


San Camilo, basílica de San Pedro, ciudad del Vaticano
San Camilo, basílica de San Pedro, ciudad del Vaticano

Tal día como hoy, con la toma de la Bastilla, se inició la revolución francesa. Algo que cambió el mundo y acabó con el antiguo régimen.

Quizás debería canonizar yo mismo a Marianne, símbolo de la libertad guiando al pueblo, pero no me han sido concedidos tales poderes, sólo escribir sobre los Santos oficiales.

Así que me tomo mis propias pastillas, que parezco un pastillero si no fuera por esta barriga que lo desmiente y paso de relataros My Way a la vida de un verdadero santo.

Un Santo, Santo, que más no se puede ser y por él y su ejemplo retomo la pluma porque los resultados de las recientes elecciones en Galicia y Euskadi me habían inclinado a tirar la toalla y cambiar las sábanas.

Camilo nació el 25 de mayo de 1550 en Bucchianico di Cheti, reino de Nápoles y murió el 14 de julio de 1614 en Roma, reino de Dios .

Sus padres fueron Juan de Lelis y Camila Compelio.

Él era militar o soldado de fortuna, aunque sin demasiados ahorros, y servía sobre todo a las necesidades militares del reino de España pero no sólo ni mucho menos solo.

Y participó, entre otras gestas, en el saqueo de Roma por las tropas imperiales de Carlos V o I, según lo mires. Los saqueos de los unos y de los otros una tontería comparado con éste.

Camilo quería seguir los pasos de padre, pero pegando unos traspiés que Dios tirita. Le salieron unas llagas en los pies que ni tiritas ni nada, y que le acompañaron como una maldición durante 46 años.

Camila, mujer piadiosísima, al sentir los dolores del parto decidió bajarse al establo de la casa para dar a luz como lo hizo la Virgen María.

La pobre no se había enterado muy bien de los detalles clínicos del parto de la Virgen, que no hubo parto sino un ¡le voilà! ahora dentro, ahora fuera, con sus pañales y todo puesto y la corona pinchada en la cabecita.
Estaban en un pesebre porque no había plazas libres en todo Belem.

Camila tenía 60 años cuando dio a luz al pequeño Camilo. Lo del pequeño es un decir porque acabó siendo un tiarrón de más de 1,90 de estatura.

No aclaran las crónicas más detalles del milagro, tener un hijo, primeriza, a los 60 años no está mal aunque no aparezca en el Guinness de Récords, que es una china de 67 años.
No se sabe bien si a causa de la edad o por las condiciones sanitarias del establo pero Camila murió pronto, dejando al pequeño Camilo a cargo de su padre, más milagro aún para poder llegar a convertirse en Santo.

Camila, antes de morir, hizo una promesa de que su hijo, no ella, tomaría los hábitos franciscanos. Por el momento tomó los hábitos de su padre.

También tuvo un sueño, que se realizó.
Veía a su hijo encabezando un grupo de religiosos con el hábito negro y una cruz roja en el pecho, curando heridos.

Muerta mamá, y papá soldado de fortuna y casi siempre de guerra en guerra es normal que el hijo saliera un pinta.

«Mira que anillo te he traído de mi último viaje», decía el padre cuando se tomaba unos días para ir a verle.

«Padre, por favor, no me lo traigas con el dedo«, decía Camilo.

A las 12 añitos el niño había desarrollado una afición que le trajo muchos problemas: se hizo tahúr.
Pero de los malos, un patético ludópata porque siempre perdía.

Como todos los que caen en el juego. No me extraña que se quieran prohibir las casas de apuestas, y que la Asociación que las arropa defiende su labor social: promueve el diálogo familiar, broncas por el dinero o joyas robadas a los padres, inicio de nuevas profesiones entre los chavales, ya sea la prostitución y el tráfico y el aprecio y apropiación de lo ajeno.

Participó en varias campañas militares pero todo lo que ganaba jugándose la vida se lo jugaba no sé si al tute, quínolas, rentoi, bueltos, conquian…, como eran compañías españolas supongo que serían juegos españoles. Pero perdía.

Perdió todo lo que le dejaron sus padres y en 1574, en Nápoles, perdió todo, absolutamente todo, hasta la camisa que llevaba puesta.

Lo único que no hizo fue robar, pero pedía limosna a la puerta de las iglesias a menudo.

Unos años antes y a causa de las llagas que no le dejaban vivir se trasladó, por consejo, a Roma a un hospital para intentar curarse.

Era el hospital de Santiago de los Incurables.
Yo no sé cómo se entendía el marketing en aquella época, pero yo no me veo tratándome de lo mío en el hospital con ese nombre, todavía si fuera el hospital de Nuestra Señora de la Última Esperanza probaría, pero incurables…

Ahí estuvo, se curó un poco, nunca del todo y le contrataron como criado.

Pero lo despidieron porque seguía pendenciero y con el vicio del juego. Lo mismo le jugaba las vendas y emplastes a los enfermos, no se sabe.

Después de la última batalla y el paisaje desolador de quedarse en calzones un caballero se apiadó de él y le llevó a un convento de capuchinos que estaban construyendo y se quedó de albañil.

Anteriormente había intentado entrar en los franciscanos pero no fue admitido por sus llagas.

El Superior de los Capuchinos le habló de Dios y la vocación religiosa y Camilo se convirtió y fue recibido como postulante, no pustulante.

Reaparecieron las llagas y tuvo que dejar los capuchinos, no queda claro si se le invitó a marcharse o se le expulsó.
Llagas las de Cristo, las demás como que dan grima.

Así que volvió al Hospital de los Incurables, Camilo estaba dando sentido al nombrecito , y se dedicó, ahora sí, con verdadera pasión a curar a los enfermos y asistirles hasta en sus estertores finales para que murieran en paz y ganando el cielo.
Camilo tenía de confesor a San Felipe Neri, pero a éste no le gustaba lo que pretendía Camilo de dedicarse en cuerpo y alma a los enfermos y moribundos.

En los hospitales de entonces, ya fuera en los Incurables o en el inmenso Hospital del Espíritu Santo, los que se ocupaban de los enfermos y de todo eran criados, no religiosos.

Camilo era tan bueno que no podía soportar las desatenciones de éstos a los enfermos, incluso el maltrato.

Consiguió Camilo, con su ejemplo, algunos seguidores que como él pasaban todo el día cuidando, curando y consolando a los enfermos.
Y acompañando a los moribundos en su óbito para que murieran en paz.

A los 32 años decide hacerse sacerdote y se apunta aunque asiste irregularmente y es objeto de burlas y de rechazo por los compañeros que le ven un viejo y con un olor de santidad, que olía a muerto. Nadie le pasaba los apuntes de los días que no podía ir a clase.

Con todo fue ordenado sacerdote el 26 de mayo de 1564.

Fundó la Orden de los Ministros de los Enfermos el 8 de diciembre de 1591.

Además de la asistencia a los enfermos y moribundos tuvieron una actividad destacada en una de las epidemias de peste que asoló Roma, ocupándose de trasladar a los muertos y de atender enfermos lo que supuso la muerte de muchos ‘camilianos’.

Incluso dos de ellos murieron mártires porque se trasladaron a un barco en cuarentena en el puerto de Nápoles para atender a los enfermos y moribundos.

Todas estas cosas son tan parecidas a la situación de pandemia actual que no podía no rendir un sentido homenaje, sin coña, a un verdadero cristiano.
¡Estaría bueno que no fuera santo!
Si Camilo no es santo que venga Dios y lo vea, que a veces parece que no se fija.

En 1596 un ejército marcha a combatir a Hungría y el Papa le encarga que organice la asistencia sanitaria.
Y allá van los Ministros de los Enfermos llevando su cruz roja, anticipando lo que luego sería habitual.

Por resumir, Camilo trataba a cada enfermo como si fuera el mismo Jesús, con la misma entrega, amor y atenciones.

¡Bien por ti Camilo, todo mi cariño y respeto!

En los últimos años tuvo problemas internos y externos, no he llegado a encontrar cuáles fueron, pero tuvo que dimitir como General de la Orden.

A Camilo todo eso le importaba un ardite, lo único que le importaban eran los enfermos.

Él, que estuvo toda su vida arrastrando sus llagas siempre abiertas, con una hernia, dos furúnculos, con un estómago debilísimo a causa de las privaciones y que casi no dormía ni descansaba partió al cielo, su patria, el 14 de julio de 1614.
Camilo había profetizado que moriría ese día.

Sus restos se encuentran en la Iglesia de Santa María Magdalena, aunque inicialmente el Papa quiso que se enterrara en una tumba sin nombre porque no le gustó nada que el pueblo romano le llamara Santo inmediatamente.
Finalmente se rescataron sus reliquias.

Milagros: ¿no os parece poco milagro que haya alguien que haga tantos milagros todos los días?

Patrón: es patrono y protector de todos los enfermos, hospitales, y personal hospitalario.
No me explico por qué no es patrón de la Cruz Roja

Cuando vaya a Roma prometo ir a visitarle y encender un cirio a su santa memoria. Soy tan ñoño que se me saltan las lágrimas pensando en él.