San Benito de Nursia (11-07-2020)


San Benito de Nursia y el evangelista San Marcos, Giovanni Bellini, Iglesia dei Frari, Venecia
San Benito de Nursia y el evangelista San Marcos, Giovanni Bellini, Iglesia dei Frari, Venecia

No sé por qué siempre Benito me ha caído bien, quizás una visión o percepción equivocada del nombre.

Me suena a rústico, a la sencillez de la inocencia sin pecado. A buena persona.

Y no sé hasta qué punto los nombres marcan el carácter o es al revés el carácter de ciertas personas o personajes señalan un nombre ad eternum.

Calígula, Nerón… han sido malos por el estigma de su nombre o es al revés…
Quién sería el tarado de poner a un hijo suyo un hombre así.
No hay dinero para pagar tanto psicólogo o, peor aún, psicoanalista.
Salvo si eres argentino, ¿viste?

Félix significa «el que se considera feliz, afortunado».
Y no digo de que no, mejorando lo presente.
Mucho peor llamarse Prófugo o Póstumo.

Benito, Benedictus en latín, significa «bendecido».
Tampoco está mal.

Pero Benito, nuestro Benito, este Benito, de rústico nada.

Nació hacia el año 480 en Nursia y murió el 547 en la Abadía de Montecassino.

Era hijo de Eupropio y Abundancia y tenía al menos una hermana melliza también Santa: Escolástica.

Eran nobles romanos y estaban emparentados con el Papa San Félix II, que acabó siendo antipapa, según la Iglesia, aunque mantuvo la santidad.

La Santa Madre Iglesia respeta más, mucho más, los procedimientos que los hechos.

Constancio II, Emperador arriano, depuso el Papa Liberio por no aceptar el culto arriano e hizo que los obispos eligieran a Félix.

Pero éste también se opuso a las tesis arrianas y el pueblo de Roma le rechazaba y pedía la vuelta de Liberio.
Finalmente el emperador aceptó la vuelta de Liberio y a Félix le mandaron a su casa a escardar cebollinos, que es algo mucho más bonito y práctico que escardar herejes.

Liberio volvió, pero tan afectado por las vejaciones sufridas que aceptó planteamientos arrianos.

Herejía arriana: el Cristo fue creado por Dios Padre y está supeditado a Él, del Palomo ni mientes.

Entre estas disquisiciones retóricas se fue formando Benito y peor que todo dentro del ambiente de ramera de Babilonia de la ciudad de Roma.

Benito llevaba fatal la inmoralidad y vida licenciosa de todos pero en especial de sus compañeros de estudios que aprovechaban la mínima para gastarle bromas de mal gusto, pintar mujeres desnudas en su tablilla de arcilla y cuando iba a coger los útiles de estudio y el preceptor notaba el sonrojo cuando no su evidente excitación bajo la túnica, que Benito se ocupaba de aplacar aplicando su stilus en sus bajos.

Pasó algo en aquellos años sobre lo que han pasado sus hagiógrafos como sobre ascuas encendidas, pero quiero desde estas páginas sacarlo a la luz y darle la importancia que se merece y la trascendencia que tuvo sobre nuestro santo: Beni se enamoró hasta las cachas.

Poco, por ser generosos, se sabe de la dama, si era una muchacha o una matrona romana, casada, viuda, célibe, o todo lo anterior es correcto.

Tampoco se sabe si consumaron pero fue evidente que Beni se consumía de pasión.

La hipótesis más probable es que le diera calabazas por lo sonso que era y con dificultades para satisfacer a una mujer comme il faut, ni era divertido, ni sabía chistes que no fueran de la Santísima Trinidad, ni espléndido más bien tacaño, ni siquiera tenía don de lenguas en sus amplias acepciones.

Y lo de dejarla porque la única mujer que podía amar era la Santísima Virgen son propagandas innecesarias de sus hagiógrafos.

Con unos 20 años decide dejar Roma para irse lejos de tanto puterío y podredumbre, a una zona cercana a Roma pero casi despoblada.
Salir del bullicio y encontrar la paz de las soledades.

Pero Benito sólo buscaba esto, un poco de por favor y tranquilidad, entonces no pensaba ni en monjes ni reglas, menos aun en monjas y arreglos.

Se llevó con él a su Aya, su sirvienta, para que se ocupase de él y de las tareas domésticas: comidas, ropas y menaje, intendencia en general y cualquier cosa que necesitara y no tuviera más que dedicarse a la meditación y contemplación.

Todo esto sucedía en Enfide cerca de un templo dedicado a San Pedro y con hombres virtuosos que le imitaban.

Allí hizo su primer milagro.
Su anciana, a la par que torpe, sirvienta rompió una criba de trigo hecha de barro y Benito la restauró a conciencia.

En este tipo de milagros, los llamados loctite, no sé si fue con varita mágica abracadabra pata de santos, o con un laborioso encaje de trocillos…

Estas pequeñas cosas son las que nunca encuentro en estas vidas de santos, que yo no le quito mérito milagrero a pegar las piezas, y que encaje, con unos mocos bien elegidos, pero querría saber.

Como cuando te cuentan que el Santo, pobre de solemnidad o pobre sobrevenido, te dicen que ha construido un monasterio. Y me quedo buscando y buscando para ver de dónde ha salido la pasta y ni señales. Ni señales del cielo ni del infierno, así que, ¡adentro!, otro milagro más.

Porque la pasta tiene que salir de algún sitio para meter la pala excavadora además de meterte la garra de las comisiones.
Jamás se mencionan constructores, comisionistas al 3 %, la divina Trinidad, como en la actualidad, pero si Papas y dignatarios de la Iglesia que se lo llevaban crudo.

Con esa fama de milagrero reparador, la gente venía a adorarle y de paso a ver si les podía arreglar ese cacillo roto, esa copa que nos regaló la suegra y que nos acojona que se entere que se nos hizo añicos, esa ánfora que pierde agua, y nuestro santo acabó perdiendo la paciencia y decidió poner valles de por medio buscando su soledad.

Deja lo poco que tenía, aya incluida, y se retiró al valle de Subiaco, al rincón más apartado.
Ahora ya estaba decidido a vivir en soledad, ser pobre y vivir de su propio trabajo.
«Se reparan vasijas y utensilios, se cogen puntos a las medias…», pensaba anunciarse si era necesario.

Los monjes del monasterio de Vicovaro que estaba cerca, en la misma pedianía, a unos pasos, muerto su abad le piden a Benito que le sustituya. Tanto le insisten que acaba aceptando aunque barruntaba que no iba a funcionar.

Efectivamente, milagro divino o adivino, porque no funcionó.
No solamente Benito se negó a reparar todos los chismes que los monjes habían descuajaringado por falta de mantenimiento y celo.
No me refiero a cel•lo o cinta adhesiva, sino al cuidado o esmero necesario, es que además les apretó los cinturones en todos los sentidos.
Los monjes se mosquean, «¡menudo negocio hemos hecho!», y deciden mandarlo adiós, o sea con Dios y le dan una copa de vino envenenado.

Al bendecirla por Benito la copa se hace añicos y se quedan compuestos y con abad. No tuvieron la precaución de comprar más que 1 g de veneno al dealer que les servía de pócimas, afrodisíacos, drogas y venenos y no tenía previsto volver el monasterio hasta pasada una semana que los demás monasterios también necesitan de esos divinos servicios.
Beni se lo sospecha y hecho el milagro decide partir cuanto antes sin reparar siquiera la copa, que no se siente valorado, mi querido.

Encontró a Romano, de nombre, que lo mismo era cartaginés o murciano, cuyo monasterio estaba en lo alto de la montaña del precipicio donde estaba la cueva.

Esta era una cueva natural, pareada, de unos 10 pies de fondo por tres de boca de entrada. Todo exterior y luminosa con vistas inmejorables sobre el lago y el valle y sin vecinos molestos, todo esto no fue más que publicidad engañosa.
Tenía humedades que no fueron prevenidas por Romano. Benito se adaptó y no presentó ninguna reclamación que cualquier sacrificio por el Señor le parecía bien. Peor hubiera sido que tuviera orientación poniente y fuera un horno en los meses de canícula.

Le proveyó de un hábito monacal que era de otra temporada y de los útiles imprescindibles a todo buen eremita, a saber. Eso me gustaría a mí: saber, pero no lo detallan.

También instaló Romano una campanilla que hacía sonar cuando le descolgaba con un cesto los mendrugos de pan o restos de comida que arramplaba en las mesas del refectorio de su convento.
El agua lo recogía directamente Benito de las filtraciones de la cueva y el vino y destilados ni catarlos.

Así pasan unos tres años, un día detrás de otro, y te da para pensar, meditar, orar y hasta dudar y tener tentaciones.

El diablo, ¡mira que es malo!, le rompió la campanilla que le avisaba el Deliveroo de mendrugos y Romano se marchaba sin dejarlos, «habrá salido a alguna gestión”, pensaba para sí Romano.
También le mandaba el diablo vividas imágenes de su amor romano y Benito tuvo que proveerse de reservas de zarzas de espinos con las que restregarse los bajos como le dio bastante resultado con el stilus en la escuela.

Probadlo algún día los que tengáis bajos y bajos instintos y ya veréis cómo se vuelven altos, los alaridos.

Para las damas no tengo consejo alguno.

Y su fama de santidad crecía en la zona y cada vez más gente acudía a verle y pedirle su consejo, «¿conviene que dejé fermentar varios días la masa madre para que los mendrugos me queden más esponjosos?», cosas así que el Master en Mendrugología no se lo habían regalado.

Y un presbítero malo, Florencio, viendo peligrar su grey hizo todo lo posible por desacreditarle y acabar con él.

Le envió un pan envenenado, el dealer ya le había informado de que mejor sólidos que líquidos, que se pueden derramar, pero al bendecirlo aparece un cuervo, no el Palomo, y se lo llevó en el pico salvándole milagrosamente.

También envió, de su peculio, supongo que le hacían precio por buen cliente, unas prostitutas para tentar a los jóvenes monjes que se habían ido incorporando al retiro de Benito.

Creo que era en cuevas adosadas y no en la del propio Santo.
Algo de éxito debieron tener las profesionales porque Benito decidió marchar de allí. Pero antes fundó 12 monasterios en la zona, ¿y la pasta?, con no menos de 12 monjes en cada uno, que son esos números mágicos que presiden toda la obra divina.

Se fue a Montecasino en el 529 con 12 de los suyos, entre ellos Plácido y Mauro, jóvenes patricios romanos con los que hizo más milagros. Allí destruyó un templo a Apolo que habían construido los habitantes y empezó a construir templos y abadías y también la Regla Benedictina.

Soy bastante ignorante y poco adivino, porque cuando leí la regla benedictina, comprendiendo, o intentándolo, hace algún tiempo, jamás pensé que acabaría escribiendo sobre ella, si no me habría hecho un esquema o subrayados.

Ahora ando rayado del todo intentando explicároslo.

Porque soy una persona de cuatro reglas, a saber:


-regla de San Agustín, el santo más inteligente que en la Iglesia ha sido.

-regla de San Basilio.

-regla de los Cartujos.

-regla de San Francisco, el más bueno.

Lo de la Compañía de Jesús más parecen unas ordenanzas militares que una regla religiosa pero viniendo de donde viene…

Y la regla de San Benito.

No puedo dar más que pequeñas pinceladas..
Es, por así decirlo, un manual de instrucciones de uso para la vida monacal según el criterio de Benito, tardó más de tres años en escribirla y luego correcciones, añadidos y modificaciones.

Consta de una introducción o declaración de intenciones y 73 capítulos.

En ellos se detalla como debía ser la vida de los monjes hasta en los más mínimos detalles, ya sean todas las actividades diarias, oración, trabajo, reposo, distracciones, cuestiones de menús, alimentos y vestuario, etc. etc.
Yo malamente podría pertenecer a los benedictinos porque hay cosas que me costaría mucho.

Porque si podría pertenecer, yo mismo.
Inicialmente ni Benito, ni ninguno de los suyos eran religiosos. Eran hombres seglares que quería vivir dentro de las enseñanzas cristianas y el ejemplo del Señor Hijo y su sacrificio.
Porque Dios Padre vivía como Dios y no se sabe que hiciera ningún sacrificio especial por nosotros, para eso ya mandó a Jr.

Hay cosas que se enumeran en cómo se debe ser y qué hacer que…, no me veo.

Aparte de los mandamientos normales, no matarás a tu padre ni a tu madre, y cosas así resabidas, se dice por ejemplo, no ser soberbio, ni borracho, ni glotón, ni dormilón, ni perezoso, ni murmurador, no decir tonterías, no hablar mucho ni palabras vanas que muevan a risa, o sea chistes, no amar la risa excesiva o destemplada, no ceder a los deseos de la carne, del tipo que sea, amar la castidad….

Así mogollón de cosas todo estaba regulado y reglamentado al mínimo detalle.

Por ejemplo en la comida, fundamentalmente vegetariana y cuántas y cómo se debían hacer según la época del año.

Estaba prohibido comer carne de cuadrúpedos aunque sospecho que en algún mal monasterio se tenían colgados los cerdos de las patas delanteras.

Pollos, y pollas, digo gallinas, las que fuera.

Lo que más capítulos ocupaba con diferencia es la reglamentación de los rezos, misas y servicios religiosos.

También la obediencia al Abad o Prior del convento y los diferentes cargos y funciones que había.

El tipo de vestimenta y calzado y cada cuánto tiempo se les daba la nueva colección de primavera-verano o la de otoño-invierno.

La medida estándar, hémina, de vino para cada comida, poco menos de 1/3 de litro.

Los castigos detallados, hasta corporales, para las diferentes faltas.
Con los niños se llegaba enseguida a azotes o bofetones, con paciencia y caridad cristiana. Aunque no figure en la regla lo de contar hasta 10 antes de descargar el bofetón para que no se esté envenenado por la ira.

En aquellos tiempos se admitían niños en los conventos, no como ahora que sólo en los seminarios y las cadenas de colegios que controla la Iglesia Católica, que los diezmos hace tiempo que dejaron de ser obligatorios.

Como las células eran comunales de 10-20 monjes, estaba establecido que entre cada joven y/o niño hubiera un monje anciano.

Y que nada de dormir en bolas que pasan cosas. También se prohíbe dormir con cuchillos, no nos vayamos a hacer daño.

Daría algo esta mente calenturienta, la mía, por pasar una noche en uno de esos dormitorios, como observador imparcial, lo que se dice un vistas, sin intervenir en el juego.

En la regla no existía voto de pobreza pero los monjes no podían poseer más que lo que el Abad permitiera a cada uno.

El principio fundamental era Ora et Labora que no traduzco para forzar vuestro latín.

Y la obediencia al abad por encima de todas las cosas,
También la importancia de acoger a cualquiera que lo pida ya sea rico o pobre, alto o bajo, rubio o moreno. Moreno, no negro, tampoco exageremos.
Comida, techo, socorro, un vestido o lo que se pueda se va dando a quien lo pide.

La regla distingue cuatro clases de monjes:

  1. Cenobita, que viven en un cenobio con su Abad y sus reglas.
  2. Eremitas, que viven en soledad en línea directa con Dios, línea de voz y datos.
  3. Sarabaítas, viven a su aire, solos o de a varios, y haciendo de su capa un sayo. Lo que se les pone en la punta.
  4. Giróvagos, andan de allá para acá, de gorra por los monasterios, 3-5 días lo que cuele.
    Esclavos, pobrecillos, de sus deseos, gula y otros. Los peores.

La Regla fue retomada por otro Benito, éste de Aniano, en el siglo IX y la extendió y difundió por toda Europa.

Después Roberto de Molesmes y Bernardo de Claravall en el siglo XI retomaron los principios de la regla porque los monasterios se habían relajado un montón, mejor no entrar en detalles.

Y otras reformas como la camaldulense, recordad a San Romualdo, la olivetana o la silvestrina reviven diferentes aspectos de la regla.

El rey de los godos, Totila, en su invasión de Italia envió a su mozo de mulas disfrazado con sus ropajes de Rey para ver si Benito era tan sabio y santo.
Lo que no era es tonto.

Si el hábito no hace al monje, cómo va a hacer al rey…

Benito descubrió la superchería, que ni siquiera era caballerizo, y Totila se postró ante él.

Le predijo la conquista de Roma y la de Sicilia y que a los nueve años palmaria. Así fue: milagro.

Su hermana, Santa Escolástica, se puso a fundar monasterios con la misma regla por eso no se llaman monasterios escolastiquinos sino benedictinos.

Actualmente siguen la regla unos 700 monasterios masculinos y unos 900 femeninos.

Entre 1930 y 1969, mi libro de la regla es posterior, hubo 60 ediciones en latín, 32 en alemán, 31 en inglés, 30 en francés, 21 en italiano, 9 en holandés, 4 en español, 2 en checo, croata, húngaro, portugués y japonés y 1 en catalán, Irlandés, árabe y coreano.

¡Quien pillara esos derechos de autor!

Murió el 21 de marzo del 547 en la Abadía y se vio un rayo de luz que subía al cielo con su alma.
Último milagro.

Milagros: los dichos.

Patrón: se invoca a Benito contra las picaduras de ortigas, zarzas de espinos, veneno, por eso me encomiendo a Benito, irisipela, fiebre y tentaciones. Patrono de los archiveros, agricultores, ingenieros, curtidores, moribundos, granjeros, enfermedades inflamatorias, arquitectos italianos, de los monjes, religiosos, escolares, criados, espeleólogos y de los enfermos de riñón, decididamente es mi santo.

También es patrono de muchas ciudades incluyendo Nursia e Italia y Montreal de Llano en Cuenca.

Es patrono también de Europa.

La reliquias están conservadas en la Abadía de San-Benoît-sur-Loire cerca de Orleans en Francia.

Y un hueso del cráneo en Monreal del Llano en Cuenca, España.

El cardenal Ratzinger ganó en 2005 un galardón con su nombre.

Lamentablemente cuando fue elegido Papa se puso Benedicto XVI en vez de Benito XVI, falta de humildad del Emérito, ¿seña de identidad de los eméritos?