
Isabeles hay y han habido muchas, Santas y normales y de aquí y de allí. Esta santa es más de allí, Portugal, que de aquí, que también, pero es por situarla en el espacio-tiempo.
En cuanto al tiempo diremos que nació el 4 de enero de 1271 y murió el 4 de julio de 1336, 65 años.
Isabel nació en Zaragoza y era hija del rey de Aragón Pedro III y Constanza II de Sicilia.
Niña muy piadosa y buena chica tuvo que aceptar que su padre la casara sin haber cumplido los 12 años aún con el rey Dionís I de Portugal.
Esto que ahora nos escandaliza era práctica habitual no sólo entre la nobleza también entre la pobreza que un campesino podía entregar a sus hijas núbiles si llegaba a un buen acuerdo.
Una forma de venta de las chiquillas ya fuera por sus encantos personales o por sus hechuras físicas para el trabajo.
Recordad a Aisha, mujer de Mahoma, con la que se comprometió a los seis años, de ella, 53 de él y consumó a las 9, otros autores hablan de a los 12 años.
Pobre Isabelita partiendo a otro país, otra corte, otros palacios, otros usos y costumbres, ¿não gostas do Bacalhau à Brás?
Y además el Dioni era tan golfo rijoso como Isa piadosa y santa.
Dioni pasaba de la religión pero no dejaba pasar una entrepierna femenina que se le pusiera a tiro. Sin embargo respetaba a Isa por sus buenos actos.
Isabel hacía de todo, curar enfermos, dar limosnas, hacerles ropa y alimentarles sin «sentir asco» como dice uno de sus hagiógrafos.
Era tan buena chica que recogía y llevaba a la Corte a los hijos bastardos de Dionisio para que recibieran una buena educación.
Tuvo dos hijos: Constanza y Alfonso IV.
Y como pasa en tantas familias, el que esté libre de pecado no hace falta que se confiese, empezaron las disputas entre padre e hijo. Algo muy corriente si hasta Dios Padre y Dios Hijo tuvieron lo suyo, castigo exagerado al Hijo que quedó hecho un ecceomo y reproches del Hijo que no daba crédito: ¿Padre, por qué me has abandonado?
Así Dionís I de Portugal y su hijo Alfonso IV, también de Portugal, llegan a encontrarse frente a frente en el campo de batalla dispuestos a todo, a todo lo malo.
Isabelita se entera, las noticias corren más rápido que los ejércitos, y se presenta allí a donde fueron a partirse el bacalao, muy típico de las disputas portuguesas, y se interponía entre los dos, padre e hijo, y se ponía a rezar para que no pelearan.
«Madre, ¿te queda mucho?, no tenemos todo el día…».
«Pues sí, me quedan varios rosarios, ¿no queréis que os prepare unas Pataniscas de Bacalhau y comemos los tres juntos y hacemos las paces?»
Y con este y otros trucos conseguía evitar que esposo e hijo acabaran a trompazos.
Murió Dionís en 1325 e Isabel se cogió unas vacaciones haciendo el Camino de Santiago y a la vuelta decide entrar en el convento de Santa Clara de Coimbra, que ella misma había fundado.
Tomó los hábitos de la orden, era más cómodo que los trajes de la corte que tenían un corte complicado para limpiar y planchar.
Pero no hizo los votos, lo que le permitía conservar su fortuna y poder hacer con ella lo que quisiera, no que pasara a propiedad de las Clarisas.
A ver, santa es santa, pero no gilipollas.
Y hacía lo que quería, pero cosas buenas en general como corresponde a su condición de Santa.
Le avisan de que su hijo Alfonso IV de Portugal y su nieto, hijo de Constanza, Alfonso XI de Castilla van a partirse la crisma y allí se presenta que era especialista en ponerse en medio, como el jueves, para que no se peguen.
«No riñáis que es mi santo…», dijo y como último recurso les tuvo que dar unas collejas y ponerlos de rodillas a rezar por la paz en el mundo, que empieza por uno mismo.
De regreso se puso mala y en Estremoz murió el 4 de julio de 1336.
Sus restos reposan en el Convento de Santa Clara.
Milagros: reconciliar familiares, convertir panes en rosas, milagro copiado de su tía abuela Santa Isabel de Hungría que escondía entre sus ropas panes que llevaba a hurtadillas y que al ser descubierta se convertían en rosas.
Patrona: de La Laguna, en Canarias, de los mediadores, del colegio de árbitros de Coimbra.