Fernando de Bulhões y Taveira de Acevedo nace hacia 1195 en Lisboa, Portugal, y muere el 13 de junio de 1231 en Padua, Italia. 36 años a tope.
Sus padres fueron Martínez de Afonso y María Taveira
Hacia los 15 años ingresa en el Monasterio de San Vicente de canónigos regulares, donde no se admitía mala hierba sino a los mejores de los creyentes.
Conoce a unos monjes franciscanos de camino a África para evangelizar y un tiempo después los ve regresar convertidos en reliquias y decide qué es lo que quiere ser de mayor: reliquia.
Cambia de equipo por tener claro que con los Agustinos no tenía nada que hacer para llegar a ser reliquia de santo, ficha por los Franciscanos y parte para África en busca de la palma del martirio.
Ser santo o en trance de serlo no garantiza superpoderes ni poder hacer auto milagros. No se conoce a ningún santo que se haya hecho algo a sí mismo, ni recuperar un órgano perdido ni siquiera curarse unas simples almorranas.
Vamos que se nos puso malito, muy malito, el bueno de Fernando que había cambiado su nombre al entrar en los franciscanos por el de Antonio en honor de San Antonio Abad, que no tenía nada que ver con los franciscanos pero que fue el primer santo eremita, que vivía austeramente y en África, egipcíaco, siglos III y IV.
Lo más probable es que fueran unas tercianas lo que le dejaron para el arrastre y viendo que en ese estado ni evangelizar, ni santificarse que iba a acabar en desecho más que en reliquia decidieron volver a la península más hete aquí que unos vientos les llevaron allí, nada más y nada menos que a Sicilia.
Sabido es que cuando en el estrecho sopla levante acabas hasta el moño, pero acabar en Sicilia…
Allí desembarcaron o naufragaron, no es seguro, lo que sí es seguro es que pusieron pie a tierra y acabaron llegando al convento franciscano de Messina.
El superior se lo llevó consigo a Asís, al Capítulo General de la Orden.
Conoció a San Francisco de allí que le echó el ojo, Francisco tenía buena vista para los bichos y Antonio era un pájaro con visos de ir a volar alto.
Le enviaron a un convento en Focli de la región Emilia que como todo el mundo sabe es una región muy comunitaria, solidaria y roja, un poco como una Marinaleda española pero en región grande.
Vivía allí como un eremita contemplativo, ocupado en un oficio sencillo pero muy importante: era el cocinero del convento.
Haz la compra, escoge los productos del huerto, los condimentos adecuados, cocina y sazona como si tuvieras mano de santo, dos, y deja satisfechos a tus comensales, pero sin pasarse que Antonio les insistía que era bueno quedarse con un poco de apetito para los rezos de la hora nona que veía que muchos se quedaban traspuestos.
Los fratelli eran austeros pero no mudos y le daban el cante con este motivo.
Un día el hermano que debía realizar la lectura en el refectorio se indispuso y le pidieron a Antonio que leyera y predicara a la congregación.
Atónitos y atontados quedaron todos de que el pequeño Antonio, corto de talla y empaque, tuviera tan grande verborrea y don de lenguas.
Inmediatamente le enviaron al norte de Italia y sur de Francia a predicar.
El mismo papa Honorio III tiró del comodín del Santo para ir a predicar y combatir la herejía cátara en Montpellier.
De todos es sabido que consiguió éxitos parciales en la vuelta al redil de los cátaros porque finalmente hubo que pasarles a todos ellos por el fuego purificador y el degüello en masa, más convincente a la hora de poner fin a una herejía que las buenas palabras.
Las palabras se las lleva el viento, como las cenizas de los quemados.
Fue el primer maestro franciscano enseñando teología en Bolonia y San Francisco le escribió una carta llamándole «mi obispo» y Antonio la guardaba enmarcada decorando su celda.
Fue elegido Ministro Provincial, el jefe, de la región de Emilia y participó en el Capítulo General de la Orden en mayo de 1230. Allí pidió que le relevaran del cargo que seguía padeciendo hidropesía y se retiró a descansar a Padua, su ciudad querida.
En este tiempo se puso a escribir una serie de sermones que servirían de modelo para otros predicadores, que no todos son santos con verbo divino.
En la Cuaresma de 1231 predicó hasta el agotamiento. Sus sermones diarios paralizaban la ciudad y se hacían en campo abierto para poder ser escuchados por todo el mundo. En uno de ellos le arañó con su labia al Consejo Mayor de Padua la liberación de los presos deudores que no tuvieran medios para pagar.
Retirado a Camposanpiero, cerca de Padua, para estar tranquilo, porque la gente le atosigaba todos los días yendo a visitarle, rogarle, pedir su consejo o algún milagro y ya estaban dando hora para casi un mes después, y así poder acabar de escribir los sermones se dió cuenta por él mismo, o notificación del Niño Jesús según otros, que estaba más pallá que pacá.
Y quiso irse más allá desde Padua que era línea directa con el cielo sin transbordo. Pero le pilló el toro, o la parca, en el camino. Parcas fueron también sus palabras a alguien con tanta facilidad.
Dijo, según unos «veo a mi Señor», según otros «hasta aquí hemos llegado».
Con el paso del tiempo se abrió su tumba y se comprobó que la lengua del santo permanecía incorrupta, normal con esa santa labia, y se trasladó a una urna donde todavía permanece.
En diversas traslaciones posteriores se fueron repartiendo los restos, bien colocados, por un lado el esqueleto, menos el mentón, el antebrazo izquierdo y otros trozos menores conservados en relicarios particulares; el hábito, necesitado de lavandería y/o tintorería y la massa corporis, o sea las cenizas, aparte de la lengua.
En esto de las reliquias ha existido de siempre más mercado negro que con los ladrones de tumbas egipcias, no sé si directamente la Iglesia tenía, y sigue teniendo, unos Departamentos de Despiece de Santos.
Boquita de oro, fundador, teólogo, escritor prolífico, tratados de mística y ascética y una gran colección de sermones que se vendieron muy bien por fascículos,.
Fue canonizado antes de un año de su muerte ostentando el récord de entre todos los santos, posteriores a los apóstoles.
Milagros: es el santo de los Milagros.
Un hereje que le reta a que demuestre que Dios está en la Hostia si consigue que una mula se incline ante ella. Y lo consigue.
Un hombre que cree que su hijo recién nacido de la puta de su mujer no era suyo y le dice el niño que diga quién es su padre.
Y el niño habla y dice «este es mi padre» y añade «pero que no se lo pregunten a mis hermanos», San Antonio estuvo rápido tapando la boca del bebé y aquí paz y después gloria.
Tomasito, bebé de 20 meses, lo deja solo su madre que se entretuvo charlando con una vecina y vuelve y se lo encuentra ahogado.
Reza al santo pidiéndole ayuda y promete a cambio tanto pan para los pobres como el peso del niño y milagrosamente el niño revive. La madre le ayuda a vomitar todo el agua tomada y orinar para ajustar el peso de la báscula.
Un tal Leonardo confiesa a San Antonio que le había dado una patada a su madre y el santo le dice que un pie así merecería ser amputado.
Ni corto ni perezoso, Leonardo va y se corta el pie.
Antonio se entera y le pregunta a Leonardo que si no ha oído hablar de las metáforas o el sentido figurado, Leonardo responde «¿mandé?» y viendo al rústico y chasqueando la lengua y moviendo la cabeza de lado a lado le hace el signo de la cruz, cual loctite divino, y le coloca el pie que queda pegado y el lerdo Leonardo se aleja bailando y cantando.
En Rímini, ciudad herética, se puso a predicar pero nadie salía a oírle y se fue caminando y rezando y llegó al mar y empezó a predicar a los peces que salieron a la orilla ordenadamente en filas a escuchar al santo.
En Camposanpiero, en su retiro al final, se le antojó el santo que le construyeran en un nogal una cabaña donde poder refugiarse a meditar y a dormir; su amigo y protector el Conde Tiso le dió el gusto y una noche que el conde ve como un gran fulgor en la cabañita y pensando que se le estaba quemando la comida que cocinaba abre la puerta y ve al santo con el Niño Jesús entre los brazos, acunándole.
Bueno yo creo que son suficientes, pero hay muchos más.
No consiguió el milagro de llegar vivo hasta Padua, una pena.
Patrón: los pobres, viajeros, albañiles, panaderos, papeleros. Patrón de Lisboa y Padua y de más de 100 ciudades incluida San Antonio de Texas.
De los que buscan pareja con buen fin, nada de follamigos.
Si no se encuentra la pareja se coloca boca abajo la imagen del santo hasta que el santo la conceda, pero esto, ¿sólo esto?, es considerado superstición por la Iglesia Católica.