
Lo de Bailón es apellido no un calificativo, sino que nació Bailón, de los Bailones de toda la vida.
Pascual Bailón nació en Torre Hermosa en 1.513 y murió en Villarreal en 1.592 y no sólo hizo eso.
Desde tierno infante se escabullía de su madre al menor descuido para acabar en la iglesia, fresca en verano, cálida en invierno.
‘Aquí le traigo al bichejo éste señá Isabel, que como siga así va a acabar diciendo Misas’.
Profética no salió la vecina porque misas recibidas, todas, pero dar Misa ni una porque nuestro santo fue hermano lego, que no quiere decir docto en leyes antes bien eran incultos, iletrados y encargados de los trabajos menos apreciados por los monjes de nivel y tampoco cantaban Misa, ni siquiera hablada.
Pascual sentía la Eucaristía con una intensidad inusual dada su sencillez, simpleza diría yo, y se le ponían los pelos como escarpias. Popular se hizo cuando se postraba de hinojos, no la hierba, en el momento que sentía las campanadas con que se anunciaba esta.
La admiración de propios y extraños, estos por referencias, porque la imaginación popular llegaba a decir que se ponía a bailar de gozo por la Eucaristía, de lo cual le venía su nombre, pero no es así que su nombre le venía de su padre.
Un descreído le preguntó en la Misa que dónde estaba Dios que no lo veía y contestó sagaz que Dios estaba en el cielo como era de general conocimiento.
Hacía todos los trabajos más simples con humildad y gusto: portero, recadero, cocinero, camarero en el refectorio, atender el huerto y los animales, incluso limosnero, el que va por ahí, puerta fría pidiendo limones, otros alimentos o dineros con los que atender las necesidades de los monjes y otros menesterosos.
Vamos que le tocaba bailar con las más feas y aguantar las bromas fáciles de los monjes con lo de bailar.
Tan abnegado, lo contrario de negado, era que el superior de los franciscanos le envió a París con una misiva, lo que viene a ser una carta, al principal de la orden allí.
No se sabe seguro qué contenía pero debía ser cosa de miga porque era entrega en mano. Nadie más de fiar que nuestro Pascual.
A pie que se hizo los cientos de kilómetros nuestro santo, porque hay que ser santo para hacerte ese trecho sin vehículo adecuado y sin kilometraje ni dietas.
Con el país gabacho infestado de hugonotes, personas humanas pero muy simiescas no tuvo más que problemas porque se dieron cuenta de que era católico romano y le apedrearon en varias ocasiones. Quizás influyera ir vestido con su hábito franciscano, aunque tan andrajoso que podía haber pasado por un leproso del montón.
Consiguió entregar la misiva y volver con la respuesta aunque eso no se tradujo en compensación pecuniaria pero la tendría en el cielo.
Que estaba cerca porque volvió muy perjudicado de lo suyo con dolor en el costado. Consultado el galeno no le cupo duda del desenlace y se lo explicó a los hermanos con un gesto técnico comprensible: el pulgar hacia abajo.
No se conocen milagros de San Pascual lo cual viene a demostrar que cualquiera podemos ser santos por pequeños e insignificantes que parezcamos, ¿verdad San Mínimo?
Sí, hechos.
Estando de portero en el convento se presentaron unas mujeres por la tarde pidiendo ser confesadas por el Padre Prior.
Pascual fue a su celda donde dormía la siesta y, molesto, le dijo que les dijera que no estaba.
Pascual contestó: “eso es pecado venial”
Enfurecido por la reconvención del monje portero soltó una imprecación escatológica sobre Dios.
“Lo estamos empeorando: blasfemia, pecado mortal”, dijo moviendo la cabeza desaprobando a su Superior.
Pillado en tamaño renuncio el Prior se deshizo en explicaciones: “que no, que no, que he dicho ‘me cago en Ros, ¡me cago en Ros’, lo juro”, y se levantó corriendo para ir a tomar confesiones.
Indulgente nuestro Pascual movió la cabeza descreído y no quiso hacer más leña del árbol caído por jurar en falso. Le concedió el beneficio de la duda.
Así era nuestro santo.
Es Patrón de los Congresos Eucarísticos, de los empleados de fincas urbanas y los pedigüeños