Este introito no tiene nada que ver con Aaron pero si con los mártires de los que tanto os escribo. Fui a recoger al aeropuerto a unas personas muy queridas y he presenciado cómo la gente se abrazaba emocionada a sus seres queridos y se apretaban para sentirse juntos y transmitirse su amor sin importarles si también les transmitían el bicho indeseable.
El amor y el querer están por encima de todo.
«Si no tengo amor no soy nada», decía San Pablo en la carta a los Corintios.
No dejaba de pensar, no podía dejar de hacerlo, que son como los mártires cristianos dispuestos a perder la vida por Dios, en este caso por algo mucho más auténtico: el amor a sus seres queridos.
Leyendo el Antiguo Testamento no sé en qué día, ¿quinto, sexto?, le dió a Dios por crear toda la gama de bacterias, virus y bichos que se dedican a matarnos. Siempre será uno de los misterios de la naturaleza moral de Dios.
Aaron es el paradigma de la casta sacerdotal, porque rizando el rizo de lo que son las jerarquías eclesiásticas Yavhé establece que sea él y no otro, y sus descendientes, quien tenga la exclusividad de los servicios divinos o divinos servicios.
Para hablar de Aaron hay que leer el Pentateuco que como ya sabéis son los cinco primeros libros de la Biblia (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio).
En ellos y poco más aparecen todas las referencias a Aaron y Moisés, su hermano pequeño.
Aaron nació a finales del siglo XIV a.C. en el antiguo Egipto y murió en 1274 a.C. en el monte Hor, Jordania.
Sus padres eran Amram y Jojebed y tenía una hermana mayor Miryan y un hermano pequeño, Moisés.
Estaba casado con Eliseba y tuvo cuatro hijos: Nadab, Abuí, Eleazar e Itamar.
Todos vosotros, de 50 años para arriba, conocéis la historia o habéis visto ‘Los 10 Mandamientos’ con Charlton Heston haciendo un Moisés impresionante salvo por una cosa que se oculta en la peli: Moisés era tartaja. Muy tartaja.
Rescatado de las aguas por una princesa egipcia había llegado a un estatus muy elevado y tenía acceso directo a Faraón, Ramses II, cuando se produjeron los hechos que le dieron el salto a la fama.
Cuando Elohim revela a Moisés su sagrado nombre, Yavhé, y le pide que vaya a exigir a Faraón que libere a su pueblo éste protesta porque no tiene don de lenguas. Yavhé se cabrea y le dice “¿no tienes a tu hermano Aaron, el levita, que habla bien y ¡anda coño, hablando del rey de Roma, aquí le tienes!”. Este anacronismo de Yavhé, dejó más sin habla a Moisés, que Roma ni existía.
Me encanta ese truco de principiante, Deus ex Machina, de la Biblia, de hacer aparecer de la nada un personaje sorpresa que resuelve airosamente la continuación de la narración.
Todo está inventado.
Pues se ponen a ello y ya sabéis la historia más o menos, Moisés, príncipe egipcio, mata a un capataz egipcio que maltrataba a un judío, huye a Madiam y permanece 40 años de pastor de un ganadero llamado Jethro y se casa con su hija Sephora, hay una zarza ardiendo que se presenta como Yavhé y le dice que vuelva a Egipto a liberar a su pueblo elegido.
Encuentro con Aaron y visitas a Faraón para liberar a Israel, que ni de coña, ¡toma plaga!; que no, pues ¡toma otra!; así hasta las 10 plagas y en la última el Ángel Exterminador mata a todos los primogénitos egipcios.
Para facilitarle el trabajo los israelitas pintan con sangre la entrada de las casas.
Ante esto Faraón cede y les deja partir pero después se arrepiente y les persigue hasta el Mar Rojo donde Moisés consigue de Yavhé que les abra las aguas, impresionante, incluso un Oscar a los efectos especiales en la peli, y que se cierren al paso de los egipcios acabando con su ejército.
El Sinai y las Tablas de la Ley, especie de contrato entre Israel y su Dios, pero después de 40 días esperando, total para 10 mandamientos, no era necesario tanto tiempo, pero parece ser que lo de que Moisés fuera tartaja no facilitó el contacto con Dios.
Dejó a Aaron de jefe delegado cuando se lo tenía que haber llevado y habrían acabado antes. Pasó lo que tenía que pasar y los judíos fundieron joyas hicieron un becerro de oro al que se pusieron a adorar.
Aaron quedó fatal ante los ojos de Yavhé y de su hermano, demostrando falta del carácter que tenía Moisés.
Baja éste cargado con las tablas en piedra más seguro para conservar que el papiro o incluso la piel y se coge un cabreo de los suyos y las tira contra el becerro y todo a tomar por saco, Mandamientos y Becerro.
Vuelve a subir y a bajar con una copia, y con el mandato de que Aaron sea el Sumo Sacerdote y sus hijos directos sus sucesores y el resto de la Tribu de Leví para otras tareas en relación con el culto, ya fuera llevar el Arca de la Alianza, pasar la mopa a las Tablas de la Ley, pasar el Aladdín por la Menorah, candelabro de siete brazos…
Es curioso cómo se elige a una Tribu y sus descendientes para cortar el bacalao del servicio religioso, hacer todos los sacrificios y holocaustos para agradar al Señor y te quedas con el diezmo, 10 %, de la ofrecido a Yavhé para obtener su favor…
“Un cordero está bien, pero donde esté una vaca…, a Yavhé le encanta el chuletón, recuerda que prefería los sacrificios de Abel que las mierdas veganas de Caín…”.
Esto originó conflictos con la Tribu de Rubén que era el primogénito de las 12 tribus y al que debería corresponder pillar. Recordad la secuencia: Abraham el hijicida, Isaac, Jacob o Israel y sus hijos: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Isacar, Zabulón, José y Benjamín.
Yavhé les castigó a vagar 40 años por el desierto por alguna historia que habrían hecho mal que cuando no era una cosa era otra pero con Yavhé no te quedas sin castigo. Castigado sin postre sí, pero les mandaba Maná desde el cielo para que no murieran de hambre y hacía brotar agua que el desierto reseca mucho, sobre todo si son 40 añitos.
Aaron sujeta el brazo de Moisés hacia el cielo para que los amalecitas no acaben con ellos.
Construye un Arca de la Alianza para llevar las Tablas de la Ley y un Tabernáculo siguiendo los planos que le pasó Dios directamente.
También le dictó cuál debía ser su vestuario para hablar con él, nada de túnica de sport y samarreta que le dice a Moisés « En la Tienda del Encuentro los bañarás con agua, vestirás a Aaron con la túnica, el manto, el de efod y el pectoral ».
«La Tiara sobre su cabeza y la Diadema Sagrada. Y le ungirás con los óleos”.
Perdida de aceite la Tiara.
Además de la mitra o tiara la diadema sagrada tenía que ser de oro macizo, a Dios no le gusta la bisutería, dos joyas de ónix en las hombreras, el efod lo harán de oro, de púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino reforzado. El cinturón lo mismo.
El pectoral era un marco también de oro con 12 piedras una por cada una de las 12 Tribus de Israel, en cuatro filas, tres columnas, colocadas y grabadas con el nombre de cada Tribu: sardio , topacio, carbúnculo; esmeralda, zafiro, diamante; ligures, ágata, amatista; berilio, ónix, jaspe.
Lo del diamante de ese tamaño parece exagerado, sería quizás cristal de roca no sé si existían ya las circonitas.
Como a Moisés también le fue negado entrar en la Tierra Prometida pero pudo divisarla desde el monte Hor donde fue enterrado.
Antes transmitió el sumo sacerdocio a su hijo Eleazar porque los primeros, Nadab y Abuí, fueron abrasados por el Señor por haber hecho cosas malas.
Es venerado por las tres religiones del libro. En el Islam Moisés es el profeta más citado y Aaron con el nombre Harum como el de Scherezade.
Su atributo es una barra que floreció cuando lo de Faraón, un incensario para sus ofrendas a Yavhé y la filacteria que suele aparecer en la iconografía “Santidad para el Señor”.
Milagros: conseguir la exclusiva para él y los suyos, conseguir traducir a Moisés.
Patrón: de los que salen en la televisión haciendo gestos raros con las manos, de los brotes e injertos de árboles, de los sastres eclesiásticos.