
Andrés de Betsaida nació a finales del siglo I a.C. y murió en Patrás, Grecia, hacia el año 63 d.C.
Era hijo de Jonás, el de la ballena no, y de su madre.
Hermano de Simón-Pedro y era el mayor.
Se dedicaban a la pesca toda la familia y Jonás maldijo su suerte porque se acabó encontrando solo en el negocio, que no sólo le abandonaron los hijos, también la mujer, que se fueron todos detrás del Verbo.
Liando a todo el mundo con su verborrea divina.
Andrés fue el primer Apóstol de Jesús y por eso es llamado Protocleto, el primer llamado. No sé si al último, Matías, lo llamaban Anacleto, creo que no.
Andrés era seguidor del Bautista y cuando éste dijo al ver a Jesús: “Éste es el Cabrito de Dios”, (finalmente se constató que lo que quería decir era Cordero de Dios, problemas de copistas), Andrés dejó plantado al Bautista y se fue con Jesús.
Es normal que uno quiera prosperar en la vida y dónde va a parar seguir a un Profeta o seguir a un Dios.
Además Andrés ya era mayor y sus posibilidades de promoción profesional eran limitadas.
Andrés presenta al Mesías a su hermano Pedro que, inmediatamente, ‘reconoce’ al Señor y Éste le elige para ser la cabeza de la Iglesia.
Entre los hechos destacados en los que aparece Andrés está el del milagro de los panes y los peces, que fue Andrés el que le presentó al Señor al niño que llevaba 5 panes y 2 peces. Ya sabéis que dio de comer a unas 5.000 personas que estaban escuchando su palabra. Pero creo que no se podía repetir; pan y pez por barba (y las mujeres también).
Estaba presente en la Última Cena y en Pentecostés cuando se apareció el Espíritu Santo. Y dónde se decidieron las zonas a evangelizar por cada Apóstol, no fueran todos a ir al mismo sitio y se hicieran la competencia entre ellos.
A Andrés le tocó la zona del Mar Negro, en su totalidad, por ello es patrón de Ucrania, Rumanía y Rusia. Tracia, Escitia y Acaya.
Se le atribuyen muchos milagros, sobre todo de resucitar personas, don que Cristo les había dado a los Apóstoles.
Se cuenta un ciego, 3 resucitados, 1 paralís y varios endemoniados.
Amén de varios trabajos manuales que le hizo a Maximila en su casa.
Llegado a Patrás, evangeliza todo lo que puede y acompaña la Palabra de Dios con variados milagros.
El Pretor era Egeates.
Su hermano Estratocles se licencia de la milicia y se va a ver a su hermano. Todos le reciben con ardor, incluso Maximila, la esposa del Pretor, su cuñada.
Súbitamente el esclavo favorito de Estratocles cae al suelo poseso y echando espumarajos por la boca.
Estratocles se maldice a si mismo por ello y Maximila le dice que van a buscar a un santo varón que hace milagros con chascar los dedos o imponer las manos.
Ifidama, ni idea de quién es, le decía lo mismo, tratando de calmarlo entre las dos.
Apareció Andrés que tenía cita con Maximila y olió el tufo y dijo aquello de ‘aquí hay demonio encerrado’.
«Vente a ver cómo curan a tu esclavo», y las 2 mujeres llevaron a Estratocles al establo.
Andrés hizo sus imprecaciones y salió un voz demoniaca que dijo: « Huyo de este cuerpo y de esta ciudad »
«Más te vale que sea lejos, no quiero volver a verte», respondió Andrés.
Levantó a Alcman, así se llamaba el esclavo y les dijo a todos que estas cosas, milagros, se ven pero no se cuentan.
JesuCristo era de esa opinión, pero a la gente le gusta darle a la sinhueso.
Entraron en el pretorio los principales, el esclavo volvió a limpiar la cuadra, y Andrés les habló y se convirtieron los que no lo estaban, Estratocles el primero, que se pegó al apóstol como una lapa, día y noche a su lado.
Estaban un día un montón de cristianos en la habitación de Maximila cuando le anunciaron que llegaba su marido, que era más bien celoso y arisco de carácter, muy mala hostia por entendernos.
Maximila temblaba de miedo y Andrés le dijo que tranqui, que él se ocupaba.
Consiguió del Señor una diarrea galopante para Egeates, que pidió a gritos una silla de retrete y a la entrada de las habitaciones de Maximila se puso a ello entre grandes retortijones. Y todos consiguieron salir sin ser vistos y con la nariz tapada, sabio consejo de Andrés no se pusiera alguno a vomitar y les pillaran.
Cuando acabó de obrar, su hermano Estrotacles le abrazó, tiempo sin verse, y el procónsul pasó a la habitación de su mujer a la que adoraba, seguía enamorado.
La requirió, quiso besarla y yacer con ella, pero ella ya había jurado no permitir nunca más que la tomara: era de Otro.
Egeates se fue a dormir que los viajes cansan y Maximila mandó llamar a Andrés que la impuso las manos, no se aclara dónde pero la dejó relajada, y se volvió a su albergue con Estratocles.
Nunca he entendido por qué la insistencia de los Apóstoles en la castidad como si fuera algo importantísimo para la salvación.
Primero porque prácticamente todos tenían mujer y segundo porque si no se folla, no se tienen hijos y la especie humana se extinguiría, al menos los cristianos, sólo quedaríamos los malos y los ateos.
Supongo que tanto hincapié en el temita es porque la lujuria y las prácticas sexuales debían ser algo cotidiano de todos contra todos.
Totum revolutum, bacanales, orgías, saturnales…, debía estar a la orden del día.
¡Cuántas bonitas tradiciones perdidas!
Para no tener que cumplir con sus obligaciones maritales Maximila mandó llamar a Euclía ‘una esclava muy hermosa y de natural exageradamente disoluto’, puta.
Darle el cambiazo fue fácil, un poco más de vino en las cenas, adornos, vestidos, joyas y ungüentos, y todo a media luz se deslizaba bajo la cobija y tomaba en sus manos el miembro del consulado y le procuraba una preparación para caer en los brazos de Morfeo como no había tenido hasta entonces.
Gozado, relajado y somnoliento se dormía y permitía que Euclía-Maximila regresara a sus aposentos.
A cambio Maximila le había ofrecido dinero y joyas para que guardara el secreto.
El cabo de 8 meses de servicios nocturnos Euclía se vino arriba y empezó a pedir más, incluso que la manumitieran.
Con más o menos amenazas, Maximila acabó cediendo, pero le pidió absoluta discreción.
Le faltó tiempo a la muy tonta para contarlo y vanagloriarse de ello. Y le fueron con el queo a Egeates.
Éste confirmado todo con su pelín de torturas mandó arrancar la lengua a Euclia, cortarle pies y manos y arrojarla a la calle hasta que murió. A los esclavos que le habían contado todo los mandó crucificar.
Todo esto por amor, porque quería tanto a Maximila que la habría perdonado de corazón, pero sin que nadie hubiera sabido de su infidelidad. Él también había tenido deslices.
A pesar de todos los amorosos requerimientos de Egeates, Maximila le rechazaba y siempre que podía se escapaba a la prisión a la que conseguía entrar sin que nadie le pusiera impedimento. Así pasaban los días hasta que un día el procónsul recordó a Andrés.
Corrió al pretorio y volvió a requerir a su mujer para que volviera con él y que liberaría al apóstol preso y le dejaría marchar. Maximila fue a la cárcel a evacuar consultas con Andrés, pero éste siguió insistiendo que se negara. Así hizo, obediente.
Lleno de irá, y gases por alubias que había comido, explotó y le dijo a Maximila:
“Romanos somos y en la calzada nos encontraremos, ya verás lo que hago con esa calamidad de hombre”
Todo este tiempo Andrés se lo pasó hablando y hablando y enseñando la palabra de Dios a todo dios.
Egeates ordenó a sus hombres que le desollaran a latigazos y le llevaran a crucificar. Y en esas estaban diligentes cuando llegó Estratocles y más cristianos y les dieron de palos y pusieron a los soldados a la fuga.
Volvieron donde Egeates y les dijo que pusieran un poco más de interés en el trabajo, que las cosas no salen por sí solas.
Entretanto Andrés predicaba y predicaba, que no paró hasta el final y les reprochaba a los fieles que no les hubieran dejado a los soldados hacer su trabajo que era llevarle al martirio.
Volvieron los soldados y pudieron atarle a la cruz, pero sin clavarle los miembros ni romperle las articulaciones, tal como había ordenado Egeates para que su calvario fuera más largo, su sufrimiento más intenso.
¿Largo? Tres días, tres, llevaba allí atado sin parar, ni de día ni de noche de hablar y el gentío que se había reunido le escuchaba sin pestañear, ni ir a mear.
Al cuarto día se le presentaron a Egeates unos 2.000 a pedirle que liberara a Andrés, que era un santo. Egeates pensó que lo más sensato era hacerlo porque parecía que había una revuelta en la ciudad a causa de ello.
Allí se encaminaron pero Andrés rechazó que le bajaran y le pidió a Dios que le subiera con Él. Como así hizo.
Maximila y Estratocles recogieron el cuerpo y le dieron cristiana sepultura, como debe ser.
Y custodiaron sus restos viviendo en retiro y castidad.
Un tiempo después Egeates se levantó una noche y se suicidó.
La cruz de San Andrés aparece representada en aspa, quizás más estable que el modelo clásico, sobre todo si sólo vas a atar al usuario, sin clavarle los miembros.
Sus reliquias se encuentran la mayoría en la Catedral de San Andrés Apóstol en Amalfi (Italia) y en la Catedral de San Andrés Apóstol en la ciudad de Patras en Grecia.
En la catedral de la ciudad se encuentran varias reliquias: el dedo meñique, parte de la parte superior del cráneo del Apóstol, y pequeñas porciones de la cruz en la que fue martirizado, todo guardado en un relicario especial.
El sagrado cráneo del Apóstol fue enviado allí desde la Basílica de San Pedro en Roma (se hallaba en el interior del pilar suroeste, mirando al baldaquino), en septiembre de 1964, por orden del Papa Pablo VI, para mejorar las relaciones con la Iglesia Ortodoxa.
Andrés está considerado el primer patriarca de la Iglesia ortodoxa. Paralelamente, Pedro Apóstol lo es de la Iglesia católica y Marcos Evangelista lo es de la Iglesia copta.
Patrón de: Rusia; Rumanía; Ucrania; Escocia; Sicilia; Amalfi, Patrás y muchas otras poblaciones en España e Iberoamérica. Da nombre a la bahía de San Andrés en Florida.
Fue patrón de Prusia.
Es patrón de los pescadores, los pescaderos y los fabricantes de cuerda, de los abuelitos que repiten las historias, así como de los que no callan ni bajo el agua