San José de Cupertino (18-09-2020)


Altar mayor basílica en Osimo
Altar mayor basílica en Osimo

José María Desa nació en Cupertino, Lecce, Italia, el 17 de junio de 1603.

Era hijo de Félix Desa y de Francisca Pannaca.

Pobres de solemnidad, aunque nunca le he visto la solemnidad a la pobreza, el padre muere y les habían echado de la casa donde vivían y la madre dió a luz en un establo, pero no por imitar a la Virgen María, sino porque no tenían ni para trapos.

Gozando de una miseria a tiempo completo la madre no encuentra la manera de deshacerse de un niño que era un inútil, hay santos a los que les lleva su tiempo, no es llegar y besar el santo, no valía para nada, y ni los trabajos más simples hacía bien.

Andaba siempre medio alelado, incluso alelado del todo y con la boca abierta todo el tiempo.

La gente se burlaba diciendo “Beppe, bocca aperta “. Ya sé que el italiano es vuestra segunda lengua pero por allí, en Cupertino, se habla siempre en ese lírico idioma y José se pronuncia Guisseppe y el diminutivo, Beppe. Casi como Pepe.

Pero no le agregaban más maldad, al desprecio general, llamándole bocazas

A los 17 años pidió será admitido en los franciscanos, pero nones.

Lo intentó con los capuchinos y le aceptaron como hermano lego, el pringado para todo, pero a los 8 meses le enseñaron la puerta de salida porque era un verdadero desastre, siempre como ido, pasmado.

Buscó refugio en casa de un pariente rico, que sentenció, otro visionario, “no es bueno para nada”.

Su madre, desesperada de ver regresar a ese “inútil” rogó y rogó a un pariente franciscano que se lo quedara como el chico de los recados o lo que fuera.

Se suele decir que detrás de cada santo hay una madre amantísima y piadosa.
Supongo que esta es la excepción que confirma la regla.

Los monjes le pusieron a currar en el establo, obrero, de todo lo más menos y Beppe, aleluya, empezó a hacer las cosas bien, hasta el punto de ganarse el aprecio de todos los monjes y por votación unánime y ecuánime fue admitido como religioso franciscano.
Y le pusieron a estudiar para sacarse el sacerdocio. Eso es tener Fe de verdad con un mastuerzo como Beppe.

Pobre Beppe, no daba una, se ponía con su ser, se quedaba alelado “bocca aperta” incapaz de recordar y responder.

La única frase del Evangelio que era capaz de explicar era: “Bendito el fruto de tu vientre, Jesús”.

El examinador dijo: “Voy a abrir el Evangelio y la primera frase que salga será la que tenga que explicar”.

Lo habéis adivinado: lo clavó y le aprobaron.

Esto parece más Loteria Divina, que es lo que hacen algunos alumnos al estudiarse sólo los temas pares o impares, es lo mismo, y a ver si suena la flauta…

Ahí no queda la cosa.

En el examen definitivo para ver quiénes eran ordenados sacerdotes, los 10 primeros respondieron tan requetebién a las preguntas del Obispo que éste dijo: “¿Para qué seguir examinando si todos estáis tan formidablemente preparados?”

Esto mismo la Iglesia lo ve como “providencial’ y desdeña los rumores referidos a los exquisitos asados que se habían preparado en honor del Obispo y la sugerentes fragancias que llenaban el monasterio.

Se dice que el Obispo dio el aprobado general con un “¡A comer que se enfría!”.

Guisseppe era muy milagrero: curaciones, resurrecciones, conversiones…, al protestante Duque de Hannover, por ejemplo.

También tenía mucha mano predicando a los animales, ovejas, pajarillos…, que le seguían entusiasmados.

Beppe era consciente de que la prédica no era lo suyo, ni el verbo se le hacía carne, así que lo compensaba con un ayuno extremo, ni probaba la carne, ni bebía alcohol, supongo que el de la misa sí. Y se centraba en los trabajos manuales del convento.

Bastaba que le mentaran a Dios, cualquiera de ellos, o a la Virgen y entraba en éxtasis y se elevaba en el aire y allí se quedaba hasta que el Abad le llamaba al orden con sus quehaceres: “Fray Guisseppe tiene la cocina hecha un cristo, baje por Dios…”.
Y Beppo bajaba de las nubes y se ponía a la tarea.

Se han registrado no menos de 70 levitaciones de San José, la más famosa, è vero, es cuando 10 obreros tenían que subir una pesada cruz a lo alto de un monte y no podían y José la subió volando como si tal cosa.

San José de Cupertino

Cuando estaba en éxtasis no sentía nada: le pinchaban con agujas, le golpeaban con palos o le quemaban con velas encendidas…
¡Vaya colegas tan majetes!.
¿No les podía haber bastado unos toquecitos en el hombro con cariño?

Cuando volvía en sí pedía perdón: “Excúseme por estos ataques de mareo que me dan”.

Al final el pobre José tenía prohibido asistir a cualquier oficio religioso o actividad con el resto de los monjes porque les impedía hacer vida normal, amén de la costumbre que cogieron algunos de los malos monjes de cruzarse apuestas sobre la altura a la que llegaría ese día.

Como la envidia es muy mala y los envidiosos legión, fue denunciado y llevado a Roma donde el Superior de los Franciscanos vio que era piadoso y humilde.

Y el Papa Julio VIII quiso ver en persona si era verdad lo de los éxtasis y levitaciones.
Y menos mal que ese día estaba de Dios lo de levitar, no sé yo qué hubiera pasado si José se queda plantado.
El Vaticano hay que verlo, que cualquiera lo haría, levitar, para poder ver los frescos más de cerca.

Los últimos años sus superiores lo enviaban a escondidas a los conventos más apartados para alejarle de la gente, porque ya se empezaba a venerar. Y si se acaban enterando y acudían en peregrinaje, lo llevaban a otro.

Tenía una capilla individual en su celda para que pudiese decir Misa pero sólo para él, además no pasaba de 1,80 m de altura así que contra levitación, coscorrón.

Murió en Osimo, Nápoles, el 18 de septiembre de 1663.

Santos con este tipo de poderes “gravitacionales” hay más de 200 en la iglesia católica pero el número uno con notable diferencia es San José de Cupertino.

Lo de Santa Teresa de Ávila que os contaba recientemente es una nadería en comparación.

No consta que se hiciera un despiece de sus reliquias y su cuerpo está enterrado en la basílica a su nombre en Osimo.

Patrón: de los aviadores, pasajeros y tripulación, no personal de tierra, astronautas, de los mentalmente discapacitados, de los estudiantes discapacitados para el estudio, o sea vagos.
En Madrid se puede venerar su imagen en la iglesia de San Salvador y San Nicolás a las que se allegan este tipo de estudiantes, presos de una fe insólita cuando se acercan los exámenes pues ya no les queda otra.
La ciudad de Cupertino, California, debe su nombre al santo.
Con compañías como Google, Apple, Netflix, FaceBook y muchas otras compañías que han volado muy alto encomendadas a San José de los altos vuelos.