San Leoncio de Trípoli (18-06-2020)


No sé vosotros pero para mí no todos los días son iguales ni se perciben como benditos, ya lo dijo aquel personaje famoso del que se han hecho muchos collares y otros ornamentos: “Padre, ¿por qué me has abandonado?”.

Hoy me siento un poco así, pero sin tanta sangría, un poco suelto de la tripa que me impide una búsqueda adecuada de un santo de este día que me proteja y ampare.

Estoy tan decepcionado y cabreado que grito, de vez en cuando: «¡me cago en todo!» Literal.

Me puse a buscar y es de esos días que encuentras pocos Santos apetecibles, de buen uso.

Hay días que parece que se hayan puesto de acuerdo muchos santos principales y de renombre para morir y otros, como hoy, que son de relleno, por así decirlo.

Lo más corriente en santología: cuatro mártires de Diocleciano, tiene un récord incomparable de muescas en su espada o donde los apuntara, varios tomos, dos vírgenes, dos obispos, un cardenal y el que he acabado eligiendo: San Leoncio de Trípoli.

También lo he elegido por deferencia a un viejo, más que yo, y buen amigo que se llama así: Leoncio.

Sí, ya sé a mí también me da pena porque risa no es posible, que decía un amigo común que tenía una personalidad que no daba ni para un chiste de baturros.

Y para colmo de males no hay prácticamente información sobre él y sus andanzas, no sólo eso sino que hay informaciones totalmente contradictorias, no un poco diferentes, muy diferentes. Así que os voy a contar la versión que más me gusta.

Leoncio, Tito para los amigos, nació en el siglo I, griego de nacimiento y murió en el mismo siglo I, también griego de murimiento.

Ni idea de sus padres pero era de familia distinguida y un oficial de alto grado del ejército romano. Era inteligente pero no listo, visto lo visto, intelectual, virtuoso, compasivo y hospitalario.

Alguno decía que se había convertido al cristianismo en Roma con los martirios de San Pedro y San Pablo, otros que fue San Publio en Fenicia el que lo convirtió y bautizó. A mi tanto me da, aunque lo de Roma suena más celestial.

En cualquier caso, militar como era, se volvió muy militante de la nueva religión y se dedicaba a ir por Trípoli, echando pestes y espumarajos por la boca en los recintos sagrados de los dioses y diciendo que eran falsos. Parece ser que lo de los espumarajos por la boca era literal y se dedicaba a escupir a los ídolos para mostrar su desacuerdo.

Yo, personalmente, no soy partidario de utilizar ese tipo de argumentos en las disputas filosóficas y/o teológicas pero al sumo sacerdote le gustó mucho menos porque le acertó con un lardo en la boca cuando le estaba recriminando a Leoncio su actitud.

Son cosas que molestan y encima no llevaba mascarilla protectora. Se quedó sin habla, momentáneamente, pero lo denunció al Gobernador y este tomó cartas en el asunto al ver las pruebas presentadas por el sumo sacerdote que había guardado el lapazo y lo adjuntó como prueba número 1 en la denuncia. Al verlo el gobernador no lo dudó y envió al tribuno Hipacio con 12 de los suyos a prender a Leoncio bien protegidos contra esta precursora guerra ABC.

En el camino, no se sabe si el virus-lapo estaba flotando en el aire, Hipacio se puso a morir, fiebre, problemas respiratorios, etc. y se le apareció un ángel a pelo, los ángeles no necesitan EPIs, y le dijo que si quería salvarse tenía que rogar tres veces al cielo junto con sus soldados: «Dios, al que venera Leoncio, sálvame». Esto de pedir los milagros por triplicado es normal que son tres Dioses: Padre, Hijo y Palomo.

Hipacio sanó y llegados a la ciudad, Trípoli, Hipacio y Teódulo, no tengo ningún amigo que se llame así, eso sí sería un milagro o una maldición, una persona les invitó a su casa y ¿quién era? Exactamente, el mismo Leoncio. Allí los tuvo a cuerpo de tribuno y los evangelizó y bautizó.

Más tarde el gobernador Filocromio se presentó en la ciudad y al enterarse de lo ocurrido decidió cortar por lo sano.
A Hipacio y Teódulo, la cabeza.

Y Leoncio molido a palos y tirado al puerto. A las puertas del cielo.

Este es el final del escritor, yo, otros dicen que los ataron a Hipacio y Teódulo entre dos árboles y les cortaron por la mitad.

Leoncio siempre muere igual, apaleado.

Y otros los más descreídos, dicen que Hipacio y Teódulo son una invención.

Yo no lo creo, ¿quién se va a inventar unos nombrecitos como esos si no fueran verdad?

Milagros: ni idea.

Patrón: de los pulmones, neumonías, de las flemas y la tos seca