
Agustinus Aurelius nació el 13 de noviembre del 354 en Tagaste, Imperio Romano.
Era hijo de Patricius Aurelius y Mónica de Aurelius (o de Hipona) porque no encontré su apellido, sólo el gentilicio.
Gran parte de la historia de San Agustín os sonará si habéis leído la crónica de su madre, porque están íntimamente relacionadas y gran parte de la grandeza de Agustín se debe a la abnegación de su madre. No se puede negar que sin ella ni santo, ni cristiano.
La infancia de Tinín estuvo muy influida por papá y mamá. Ejemplos contradictorios que marcaron los bandazos en la vida, del joven.
Mamá era una piadosa cristiana que soportaba carros y carretas del golfo de su marido, véase la hagiografía de Santa Mónica y hacía lo imposible por convertir tanto al padre como al hijo. No os hago spoiler, por si alguno no la ha leído.
A Tinín, que era el primogénito y más despierto, su padre le envió enseguida a estudiar gramática a Madaura y después a Cartago retórica y gramática, que no había suspendido era por profundizar más.
En ese ambiente capitalino, Madaura, no era un villorrio pero no me lo compares con todo un Cartago, normal que el padre quisiera que el hijo saliera del pueblo y conociera las grandezas de Cartago.
Como mi padre, que nos sacó de Calatañazor , Soria, con 51 habitantes según Wikipedia y nos llevó a El Molar, Madrid, con 8.938 habitantes, dónde va a parar.
En Cartago pues lo normal, se aficiona a la literatura, el teatro y da rienda suelta a sus pasiones juveniles y sensuales. Aunque a diferencia de un erasmus actual, Tinín era un campeón del estudio y la adquisición de conocimientos. Le ponía incluso más burro que lo de las pasiones sexuales y las otras.
Le encantaban los concursos poéticos y retóricos.
Lo que sería ahora como una ‘batalla de gallos’ de jóvenes raperos actuales con ritmo hip hop (ya sé que muchos viejunos no lo habéis visto nunca, como ellos jamás verían un blog como este, quid pro quo), o los bertsolaris vascos.
Algo así eran esos concursos poéticos y retóricos, en estos últimos se enfrentaban dos personas discutiendo sobre algún tema, normalmente relacionados con la religión que no os podéis ni imaginar el tirón que podía tener, el sexo de los ángeles, por ejemplo.
El ganador no sólo se llevaba los honores, a veces laureles y la recaudación.
Mucho más civilizado que el boxeo actual, dónde va a parar.
Atrapado en sus pasiones sensuales, conoció, bíblicamente, una mujer con la que tuvo una relación estable de 14 años y tuvo un hijo, Adeodato.
Ni se conoce la mujer, si era virgen o madona, ni he conseguido encontrar referencias de ella, alguna referencia vaga a que se llamaba Flora Emilia…
Agustín se justifica diciendo que a pesar de esa pequeña licencia, 14 años, siempre le fue completamente fiel, no tengo motivos para ponerlo en duda pero dudas tengo muchas… sobre todo si os adelanto que, ya convertido, y queriendo su madre llevárselo de nuevo a Hipona le buscó una muchacha para casarle y se cuenta que, además, tenía otras 2 amantes.
Así que me temo que la declaración que hace en sus Confesiones de que se mantuvo fiel a la madre de su hijo, aunque no estuvieran casados es una mentirijilla que no hay que tener en cuenta porque no es más que algo escrito en un libro, no unos pecados confesados en el sagrado sacramento de la confesión.
Agustín buscaba la verdad como Diógenes buscaba un hombre auténtico, jodido para ambos, y como una abeja de capullo en capullo fue picoteando de una escuela filosófica a otra.
Haciendo el capullo abrazó el maniqueísmo. Y allí estuvo varios años hasta que acabado el polen lo abandonó por simplista.
Cartago se le quedó pequeña y decidió ir a Roma, el centro del mundo, y allá que se fue buscando y buscando.
Su madre, Mónica, que no quería separarse de él para que aceptara la Iglesia verdadera decide irse con Agustín, que además era un cachondo, y la dejó en tierra embarcándose él el día anterior. Pero Mónica se embarcó en el siguiente barco, había líneas regulares entonces, sobre todo para la capital del mundo.
En Roma enfermó gravemente y prometió bautizarse si se salvaba, pero parece ser que la enfermedad le hizo olvidar promesas.
Sabio erudito como era, decide abrir una escuela de retórica para ganarse el condumio pero se encontró con que los estudiantes se iban cuando tenían que pagar el recibo, hasta a los sabios y a los santos les surgen problemas financieros.
Su amigo Símaco, Prefecto de Roma le consigue un puesto fijo a costa del Imperio, concurso de méritos y un poco de enchufe, y le nombra Magister Rhetoricae en Mediolanum, lo que ahora se llama Milán.
Allí se encuentra con un rival en oratoria que le hace reflexionar: San Ambrosio.
Sus sermones y prédicas fueron haciendo mella en Agustín y consigue conciliar la fe y la razón releyendo los Evangelios y las Cartas de San Pablo.
Cuenta la leyenda que estaba Agustín paseando al borde del mar pensando en el Misterio de la Santísima Trinidad y se encuentra a un niño con una concha que estaba sacando el agua del mar a un hoyo de la playa.
-“¿Qué haces, chaval?”
-“Ya lo ves, vaciando el mar”
-“¿No te das cuenta de que eso es imposible?”
-“Pues anda que comprender lo que estás pensando lo mismo te parece más fácil…”

Y así, llegó a la conclusión que hay cosas que sólo se explican por la fe y nunca por la razón, pero se necesitan las dos, “cree para comprender, comprende para creer”.
En caso de empate o duda siempre gana la fe, que viene del mismo Dios.
Agustín es precursor de Descartes, “Si enim fallor, sum”, si me engaño, existo.
Un hombre verdaderamente sabio que incluso con sus reflexiones sobre el espacio y el tiempo, complejas para entender el tiempo para los hombres y para Dios, anticipa teorías espacio-tiempo desarrolladas en el siglo XX.
Autor algo más que prolífico, se cuentan más de 100 sus libros, tratados, sermones, réplicas, comentarios a la Biblia, etc.
Tenemos la suerte de que se han conservado prácticamente todos sus escritos, incluso algunos atribuidos a él, pero que para mí que no lo eran.
Se dedicó en cuerpo y alma a combatir las herejías.
En su tratado Herejías, cita 88, y las que más curro le daban eran los maniqueos, donatistas, arrianos, pelagianos, priscilianistas, circumceliones, académicos, fideistas…
Lo mismo un día me animo y hago un diccionario de todas estas cosas, que yo mismo me olvido de un día para otro.
Yo comprendo que a nuestras mentes racionalistas y descreídas nos cueste situarnos en la importancia trascendental, vital, o mejor dicho mortal, que tenían estas cosas.
La religión verdadera, hay que acertar, que no se puede elegir a cara o cruz, que te juegas el fuego eterno. Eso no es ninguna tontería, os lo aseguro.
La filosofía de Agustín es tan completa y compleja que es imposible que os la pueda resumir, pero está casi todo publicado en la Biblioteca de Autores Cristianos .
A la recurrente pregunta de porqué Dios permite el mal, se explica que no existe el mal. Que el mal es la ausencia del bien.
Hay una reflexión preciosa que me resisto a no ponerla:
“El amor es una perla preciosa que, si no se posee, de nada sirven el resto de las cosas, y si se posee, sobra todo lo demás.
«Ama y haz lo que quieras: si callas, calla por amor; si gritas, grita por amor; si corriges, corrige por amor; si perdonas, perdona por amor. Exista dentro de ti la raíz de la caridad; de dicha raíz no puede brotar sino el bien”.
Sólo había leído las Confesiones, antes de ponerme a estudiar los santos y hubo una reflexión que me llamó la atención, por lo rotunda e inusual.
Venía a decir que Dios, creador de Cielo y Tierra, está en todas partes, incluso en el Infierno…, jamás había comprendido que así debía ser si hay un solo Dios, aunque sea trino. Además a Dios las llamas ni fu ni fa, es incombustible, además de omnipotente.
En el 387 es bautizado por San Ambrosio.
Decidió volver a Tagaste con su madre, hijo y otros, pero estando en Ostia, el puerto de Roma, su madre, Santa Mónica, falleció.
Comenzó a llevar una vida ascética y dejar la enseñanza para centrarse en sus estudios y escritos.
A petición del Obispo Valerio se traslada a Hipona, donde le ceden unos terrenos donde construir su cenobio y escribir la Regla que debía regir el funcionamiento de la comunidad de monjes.
El anciano Valerio consigue del primado de Cartago que le nombren Obispo Auxiliar, poco después murió Valerio y fue confirmado como Obispo de Hipona.
A partir de ahí tuvo que centrarse en las cuestiones propias del cargo: mediaciones, “no riñáis, que es peor”, prédica, litigios familiares, combate de herejías, pero sin hacer mucha sangre…
Y por supuesto siguió escribiendo hasta el final, incluso revisó todos sus escritos, fruto de lo cual fueron sus Retractaciones, donde dije digo, digo ciego.

En el 428 los vándalos de Genserico invadieron el norte de África y pusieron asedio a Hipona.
Ni labia, ni sabia, ni sabio, los vándalos se llaman así por algo y al cabo de unos meses Agustín no consiguió el milagro de salvar la ciudad. Murió el 28 de agosto del 430.
Poco después la ciudad fue tomada y arrasada por los vándalos.
Se recuperaron los restos de San Agustín que finalmente reposan en Pavía, en la basílica de San Pietro in Ciel d’Oro.
San Agustín es una de los 4 primeros Doctores de la Iglesia, junto con San Ambrosio, San Jerónimo y San Gregorio el Grande.
San Agustín, el Doctor de la Gracia, sin la Gracia de Dios, no hay nada que rascar, fue el máximo pensador de la Iglesia del primer milenio.
Y según Antonio Livi uno de los más grandes genios de la Humanidad.
Yo no digo que no, pero no os molestéis en buscar quién coño es Antonio Livi porque lo cita la Wikipedia, pero ni en ésta aparece.
No se conoce ni milagros ni despiece de San Agustín.
Patrón: Muchas ciudades llevan su nombre. De los Erasmus. De las peleas de Gallos. De los maridos “fieles”.