Santa Catalina de Alejandría (25-11-2020)


Santa Catalina de Alejandría
Santa Catalina de Alejandría (Monasterio de Santa Catalina, Monte Sinaí)

Catalina nació hacia el 285 en Alejandría, Egipto.

Hija del Rey Cestus y su mujer, supongo.

También supongo que ésta, su madre, fue la que la educó en la fe cristiana, pero a saber, todo esto son supositorios.

Porque saber se sabe poco con certeza, de hecho se sospecha que toda la historia de Catalina es un leyenda inventada. 

La Iglesia retiró en 1969 del calendario oficial de Santos la fiesta de Santa Catalina, pero en el 2002, supongo que a petición del devoto público, fue restaurada pero como de memoria libre, que quiere decir, supongo, que cada cual piense lo que quiera.

En todo caso es una historia tan bonita y bien inventada, en La Leyenda Dorada y otros, que merece la pena, como ejemplo para las jovencitas. Las de ahora no, que no creo que ni por salvar el iPhone hicieran lo que hizo Cata.

Antes de empezar con la narración fiel de los hechos como nos los cuenta Santiago de la Vorágine quiero comentaros que algunos estudiosos, descreídos ellos, cuentan que la leyenda de Catalina, que no existió, es una copia invertida del Martirio de Hypatia de Alejandría por parte de las hordas cristianas.

Comparten lo de ser mujeres y sabias, cosa difícilmente tolerable entonces.

Incluso ahora, no nos engañemos.

La historia, si podéis leerla directamente de La Leyenda Dorada es preciosa, 10 páginas o así.

El tiempo en que se producen los hechos, principios del siglo IV, año 303 de nuestra era, gobernaba Egipto y el Imperio de Oriente, Maximino.

Había, digamos, varios césares, en Roma y Occidente gobernaba Majencio, hijo de Maximiano. Cuidado con los nombres que nos liamos, como se liaron los diferentes hagiográfos, que cambian o confunden los nombres de quién es el responsable del martirio y gloria de Cata. Es Maximino.

Alejandría, conviene recordar era la ciudad faro de la cultura y su biblioteca contenía todo el saber del momento. Una ciudad portuaria, clave de comunicaciones terrestres y marítimas. Aéreas sólo de los que subían al cielo…

Una urbe enorme llena de marineros y meretrices, ya se sabe que los marineros son muy partidarios, y sabios y estudiosos. Casi fifty-fifty.

Crisol de culturas, etnias, lenguas y, por supuesto, religiones y creencias.

Un buen día al Emperador, Maximino, se le escurre convocar a toda la población a una ceremonia para rendir ofrendas y culto a los dioses. Por un lado porque siempre se dejaban ofrendas que luego se recogían piadosamente y algo de caja se hacía y por otra parte para desenmascarar a los cristianos que estaban tomando demasiado auge al criterio del emperador y la religión verdadera de los antiguos dioses de toda la vida.

Se advertía expresamente que los cristianos que no lo hicieran o no asistieran sufrirían severos castigos. Muchos de ellos prefirieron abjurar de la fe a ganar la santidad con un buen martirio, que ya se confesarían cuando vinieran mejores tiempos.

Los llamados lapsi por los donatistas que no los querían ni ver dentro de la Santa Madre Iglesia.

Catalina era una muchacha, 18 años, que huérfana, se había dedicado al estudio desde temprana edad, con gran aprovechamiento. Como hemos dicho, o putas o filósofas.

Vivía en un gran palacio heredado de sus padres con todo tipo de lujos, pero para ella todo esto no significaba nada comparado con su amor a Jesús y serle fiel como esposa y que no tomaría otro varón. Porque además, Catalina era de una belleza sin par. Tan guapa como santa, o por ahí.

No logro imaginar en una población tan grande a qué templo tenían que entrar para las ofrendas, las colas serían enormes o darían número como en los súper de ahora, pero el Emperador estaba presente para controlar personalmente.

Cuando Catalina entró en el templo hizo ostentosamente la señal de la cruz y el Emperador la requirió de abjurar e hiciera ofrendas, a lo que se negó airadamente reprochándole que adorara a dioses falsos en vez de al verdadero Dios.

Empezó entonces un debate entre los dos, pero Catalina le ganó por goleada y el emperador azorado pospuso la discusión y la retó a tener un debate con filósofos y sabios. Y ahí se decidiría quién tenía razón.

Maximino puede que sirviera para gobernar con mano de hierro, pero la lengua no era de oro.

Mandó correos por todo el Imperio convocando a los más sabios con promesas de grandes recompensas si doblegaban a una muchacha impertinente.

Llegaron unos 50, que se cabrearon por haberles hecho venir para discutir con una muchachita, pecado de soberbia, amigos míos.

Empezó el debate y ella sola contra 50 sabios resabiados. Varias horas duró el debate, no queda claro si hubo intermedios para poder aliviarse, pero al final los sabios empezaron a quedarse sin argumentos y acabaron doblando la testuz y reconociendo no sólo su derrota sino que se habían convertido al cristianismo.

Preso de un ataque de ira, ordenó que se improvisara una pira donde se arrojaron a los sabios. Milagro de la santa que subieron al cielo tosiendo por el humo pero las llamas no les habían quemado, ni siquiera sus vestiduras.

Continuó con camelos y halagos, “Reniega de tu Dios y te llevo a mi palacio como primera dama, después de la Emperatriz” de los que se mofó, diciendo que su marido celestial no tenía comparación, en palacios en los cielos, belleza, sabiduría y poder.

Ordenó que la desnudaran, la laceraran a latigazos con escorpiones y encerraran.

“Vale, guapa, te vas a pasar unos días de retiro espiritual para que puedas reflexionar”.

La metieron en una celda subterránea, sin iluminación alguna y sin darle ni pan ni agua durante 12 días, que es lo que tardaría Maximino en volver, que tenía que hacer algunos recados por la zona.

La Emperatriz fascinada por las cualidades de Catalina quiso ir a verla y convenció a Porfirio, general del ejército, que la acompañara a la prisión.

Cuando entraron, la celda estaba iluminada por una claridad celestial de 100w o más y unos ángeles curaban con ungüentos las heridas de Catalina por todo su hermoso cuerpo, aunque esto a los ángeles les deja fríos, ya sabéis lo de su sexo, pero no así a la Emperatriz, Porfirio y los 200 soldados que les acompañaban.

Y una paloma, creo que no era el Palomo Santo, le traía de comer y de beber, Deliveroo Celestial.

Charla que te charla con la Emperatriz, de esto de aquello y sobre todo de lo del Más Allá, acabó convirtiendo a la Emperatriz al cristianismo, así como a Porfirio y los 200 soldados, impresionados por todo lo que habían visto.

Regresa el Maximino y ordena traerla a su presencia y vuelta a montar en cólera porque la encuentra como una rosa y ordena castigar a los carceleros, pero Catalina le detiene diciendo que ha sido su esposo celestial, o sea Dios, quien se ha ocupado de ella.

Todo tiene un límite y el emperador era un poco limitado de paciencia así que ordenó al Jefe de Torturas que ideara una máquina especial para destrozar, con sufrimiento, a Catalina.

Parece que el susodicho Jefe, celoso de su trabajo e investigador, desarrollador de nuevos prototipos, ¡qué sería del avance de la Humanidad sin estos precursores!, presentó al emperador unos bocetos preciosos de un artilugio que consistía en 4 ruedas grandes llenas de afiladas cuchillas, 2 que girarían en un sentido para el pecho y otras 2 para la espalda que giraran en sentido contrario.

Impresionaba, incluso a Catalina que le rezó al Señor para que hiciera algo, si le era posible…

Parece que el Señor estaba en línea y siguiendo con atención el espectáculo y cuando metieron a Catalina entre las ruedas estas saltaron hechas pedazos, con tal violencia, que mataron a 4.000 personas que asistían al evento.

¡4.000 personas, que se dice pronto!

Al ver la Emperatriz todo esto y la crueldad impertérrita de su marido, bajó de un alto donde seguía los hechos para interceder por Cata y le confesó que ella también era cristiana, y Porfirio y los 200 soldados…

“¡Qué les corten la cabeza…!”, no creo que se llamara Alicia la emperatriz, no me consta su nombre, pero ‘cabezas voladoras’…

“Mira, Catalina, ahora te puedo ofrecer ser Emperatriz, que acabo de enviudar…, piénsalo no pierdas la cabeza…”

“Resultas patético, ya te dije que estoy casada con Dios”

“Pues ¡hala!, con Dios”, y de un tajo le rebanaron la cabeza

La cabeza, y el resto, fue llevado por ángeles al Monte Sinaí, donde se conservan sus restos en un monasterio con su nombre.

Santa Catalina hizo milagros, aparte de los automilagros, nada desdeñables y se la considera una de los 14 Santos Auxiliadores, los que tienen especiales cualidades para conceder algunas peticiones. Catalina, por ejemplo, contra la muerte súbita (no me refiero a los deportes).

Su atributos son fácilmente identificables cuando entras en una iglesia: mujer joven y guapa, con la palma del martirio, la azucena de la virginidad, libros de su sabiduría, espada con la que le rebanaron el cuello y, por supuesto, la rueda con los dientes rotos.

Patrona: Montones de ciudades y zonas por todo el mundo. También del día de las Catalinadas. La Universidad de París, la Universidad de Oviedo y la de Padua eligieron a Catalina como patrona.

Así también es considerada patrona de apologistas; artesanos que usan ruedas en su trabajo (alfareros, hilandería, etc); archivistas; abogados; juristas; bibliotecarios; personas en trance de muerte; educadores; jovencitas; solteras; estudiantes; maestros, afiladores de cuchillos; mecánicos; torneros; enfermeros; filósofos; predicadores; teólogos; secretarias; taquígrafos.